* El gobernador se reunió con miembros de ese grupo de civiles armados, quienes entregaron armas que habían quitado a policías municipales

 

Jorge VALDEZ REYCEN

 

En las entrañas del FUSDEG había un mar de dudas.

Pero la más fuerte era si Héctor Astudillo Flores iba a estar con ellos en El Ocotito. Conforme pasaba el mediodía, todo indicaba que sí, por el ir y venir frenético, nervioso, del aparato de seguridad personal del gobernador de Guerrero, que así lo confirmaba. Revisión con lupa a todos.

Las fuerzas de autodefensa ciudadanas también hacían alarde de movilización en camionetas, con armas largas rudimentarias como  escopetas y algunos con rifles AR-15. Unos vestidos con ropa militar camuflada, otros de verde olivo en playeras “Polo”, con pistolas fajadas a la cintura, “chícharos” en las orejas y lentes oscuros “Ray-Ban”, como los federales.

El Ocotito era un “búnker”, pues a la distancia había varias patrullas de la Fuerza Estatal estacionadas bajo la sombra de árboles, junto a la carretera federal México-Acapulco. Retenes del FUSDEG en contraste, se instalaban con gente armada agitando ollas de plástico con algunas monedas de 10 y 5 pesos, pidiendo “coperacha” a automovilistas y traileros.

Las mujeres que apoyan a los grupos de autodefensas civiles cocinaron caldo de langostinos, en rojo, traídos desde el río Omitlán, cerca de Tierra Colorada. También hicieron mixiotes, con frijoles puercos. Fue para menos de 100 personas.

Todo estaba listo para recibir a Astudillo y formalizar la devolución de armamento que el FUSDEG quitó a elementos de la Policía Municipal. Iba a ser un acto cargado de simbolismos, pero fue más bien de intercambio de posturas, posicionamientos y deslindes. La idea del encuentro era dialogar con los comisarios de las comunidades, pero fue parado en seco, sin llegar a malos tratos, ni semblantes endurecidos. Hubo cordialidad y hasta se contaron anécdotas, que alivió aquella tensión.

En su mensaje, Astudillo no dejó pasar el momento para preguntar y precisar no una, ni dos, ni tres veces… lo hizo cinco ocasiones: “¿Estamos de acuerdo?”.

La primera aclaración fue categórica: “Yo no soy su enemigo”. Y agregó: “Ustedes tampoco son mis enemigos”. Luego preguntó: “¿Estamos de acuerdo?”. Todos corearon: “Sí”.

Rifle, cañón y escopeta… Rifle, cañón y escopeta… A Astudillo se le respeta” –corearon mujeres en la primera porra al mandatario.

Y entonces vino la entrega de las armas de los coordinadores de la FUSDEG. Y las mismas mujeres gritaron otra porra: “La FUSDEG… La FUSDEG… Sí cumple”.

Astudillo recordó que las armas pertenecen a la licencia colectiva 110 que otorga la Secretaría de la Defensa Nacional a las corporaciones policiacas de Guerrero y ésta se reserva cualquier indagatoria que pudiera realizar, en caso de un mal uso del armamento. Y volvió a preguntar: “¿Estamos de acuerdo?”. Todos: “Sí”.

También les dijo que existe la Ley 701 que ampara a grupos étnicos a organizarse para brindar seguridad a localidades, en base a usos y costumbres. Por ende, dijo que la ley es muy clara y todos debemos ceñirnos a ella. “¿Estamos de acuerdo?”. Todos: “Sí”.

Cerremos filas contra los malos, los que han provocado esta situación de violencia. Pero siempre dentro de la ley, esa es la ruta que he venido a plantearles para que vayamos juntos en esa dirección: siempre respetando la ley.

Astudillo pidió al alcalde Marco Antonio Leyva Mena actuar dentro de las atribuciones y facultades legales que tiene la comuna de Chilpancingo. “Vamos a ir uno y uno”, le recomendó a un pensativo edil que reaccionaba asintiendo con la cabeza.

Y es que los alcaldes han sido poco receptivos o extremadamente cautos en aceptar dialogar con grupos de autodefensas armadas que han desafiado el principio de autoridad municipal y han tomado las armas para defenderse de grupos de la delincuencia.

En menos de 35 minutos, Astudillo aclaró su posicionamiento frente al FUSDEG. Las dudas se disiparon. Lo invitaron a comer langostinos, declinó por razones de agenda, pero dejó a César Flores Maldonado, su asesor, para que se “sacrificara”… y lo hizo comiéndose los tentáculos de un enorme langostino de kilo y medio.

La comida fue bajo Los Mangos y bambúes, en una huerta frente a la base de operaciones de las autodefensas.

Estaba en la entraña del FUSDEG.