Román Ibarra
A tres años de la reforma laboral, del año 2012, no hay indicios de que se hayan conseguido los objetivos propuestos, de generar más y mejores empleos, modernizar de las relaciones laborales y mejorar la justicia laboral.
Incluso sus promotores, como los dirigentes de las principales centrales obreras, proclives al gobierno, como la CTM y la CROM, concluyen que “no se ha creado empleo a los niveles prometidos, y México sigue siendo el país con la mano de obra más barata de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), pues tiene los sueldos mínimos contractuales más bajos”. Además “el sindicalismo se achicó, pues solo uno de cada 10 trabajadores tiene representación gremial”, en tanto que con la tercerización, (outsourcing) avalada por la reforma laboral, se precarizaron más los empleos y los salarios.
Por su parte, la academia y los sindicatos independientes son más rigurosos al hacer su balance, ya que plantean que dicha reforma es una regresión, debido a que ha provocado pérdidas de empleos y perjuicios graves en la impartición de justicia laboral, al limitar a un año los salarios caídos a pesar de que los procesos laborales tienen un promedio de duración de cuatro a cinco años, lo cual fue avalado recientemente por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, mediante jurisprudencia por contradicción de tesis.
Por otra parte, ha empeorado la situación de los trabajadores mexicanos, dando lugar al agravamiento de la informalidad en el empleo que afecta ya, según el INEGI, a 30 millones de personas, de una población de 52.2 millones de empleados en México, perjudicando 808 mil trabajadores del gobierno federal y en Guerrero al 80% de los trabajadores en general, a pesar del programa para la formalización del empleo, promovido por el Presidente Enrique Peña Nieto.
Lo anterior explica que estos trabajadores no reciban aguinaldo, ni reparto de utilidades, ni tengan seguridad social.
Por la globalización, este problema afecta a 127 millones de trabajadores en América Latina, según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Un ejemplo de los sueldos bajos, es el hecho de que seis millones de trabajadores en el país ganan el salario mínimo y 58% perciben menos de tres veces ese salario.
Llama la atención la actitud del gobierno mexicano de presumir la creación de un millón 892 mil empleos en tres años, cuando en ese mismo periodo se debieron crear cuatro millones 500 mil empleos, debido a que cada año se incorpora un millón 500 mil personas a la edad de trabajar, afectando dicho déficit de trabajos principalmente a los jóvenes, entre quienes se encuentran 7.5 millones de “ninis” que son jóvenes que ni estudian ni trabajan, debido a que no encuentran empleo en el país, a pesar de buscarlo.
Lo anterior, sin considerar la existencia de 3.7 millones de personas que laboran en el país como “propineros” que desempeñan una actividad pero no son considerados trabajadores.