La violencia en Guerrero 2
Isaías Alanís
El levantamiento de Juan Galeana contra el prefecto José Pandal en las postrimerías del siglo antepasado, es otro referente trascendental. El prefecto, escudado en el porfiriato, además de causar destrozos en comunidades pretendió a la mujer de Galeana como lo narra esta Bola.
El tal José Pandal llegó al extremo
de arrestar a sus hijos
violar a su esposa con alevosía
pues se sabía muy canijo.
Reunidos algunos hombres comandados por Galeana decidieron hacer justicia y terminaron fusilando al prefecto y se lanzaron a las armas, siendo la rebelión apagada con sangre. Galena inicia un levantamiento en la Costa Chica de raíz indígena. Ante el aislamiento geográfico de los pueblos originarios, la existencia afrodescendientes, la revuelta de Galeana es un ejemplo de que a pesar de la caída del porfiriato, de los gobiernos de la revolución y de la alternancia democrática, la violencia de estado contra luchadores sociales no se ha detenido. En las obras de Bartra, Carlos Montemayor y otros estudiosos se haya la radiografía de la violencia y el camino trazados por ésta. Pese a los estudios, existen huecos, como el de los indígenas asesinados en Ayutla por defender su patrimonio.
El accidente aéreo que terminó con la vida de Caritino Maldonado y los tres poderes de Guerrero, en Guapaleta, es una prueba de lo falible de la gobernabilidad en Guerrero. Práctica que siguió con Rubén Figueroa Alcocer por Aguas Blancas y Aguirre Rivero, por Ayotzinapa, por nombrar solo a los más actuales.
Previo, durante y después de la guerrilla las ejecuciones sumarias o selectivas han sido el pan nuestro de cada día. Durante el negro periodo del figueroismo al mandato del gobernador ilustrado, José Francisco Ruiz Massieu, la suma de asesinados es enorme.
Y la filtración de delincuentes a la estructura de los partidos se da en esa coyuntura. Rogaciano Alba, es un ejemplo de un partido que acepta a hombres y mujeres ligados a la delincuencia. Hoy el PAN y PRD, solicitan cándidamente que la PGR evalué a sus candidatos, que no es de su competencia.
Los sucesos originados por el escuderismo tuvieron acciones en la Costa Grande; como ya los apuntamos con los hermanos Vidales, los Radilla y demás. Hecho que motivó que más tarde fueran amnistiados y don Rosendo Radilla, desaparecido. Situación que pervive hasta nuestro tiempo. Pero lo incierto es que la maleabilidad del estado, su historia de gobiernos interrumpidos, enorme pobreza y desigualdad, y cuyo alter ego es convertirse en cacique, se moldeó gracias a este binomio sangriento: resistencia-sojuzgamiento, represión-asesinato, pobreza-rebelión. De los muertos de Iguala, a la matanza de Aguas Blancas, El Charco y los ecologistas, al asesinato de los dos líderes indígenas en Ayutla, al crimen de Armando Chavarría Barrera, a la familia Mesino, fundadores de la Organización de la Sierra del Sur; al crimen de la hermana de Lucio Cabañas, y a los cientos de asesinatos producto de la guerra del opio, y a decenas de muertos por extorsión, plagio y daño colateral. ¿Qué sigue?
Si es que existe o no, en México y Guerrero, la colusión del gobierno federal con la delincuencia, basta con echarle un vistazo al mapa que ocupa el territorio nacional en manos de los grupos delincuenciales, zonas de influencia y rutas peligrosas.
La famosa guerra al narco iniciada por Calderón, atomizó la situación y se logró implantar un reservorio de células y nuevos grupos que surgieron a razón del desmembramiento, eliminación o encarcelamiento de capos importantes.
Esta multiplicación de los Kalashnikovs trajo como consecuencia el recrudecimiento de la violencia. Un ejemplo, el enfrentamiento en La Garita, en Acapulco entre dos fuerzas delincuenciales apoyadas por la policía. Si a esta acción documentada, le agregamos un plus, durante la administración de Zeferino Torreblanca se recrudece exponencialmente la violencia en Guerrero. Y el abarrotero porteño, dice que no puede y deja correr las cosas sin meter las manos. En Tierra Caliente se incrementan los hechos sangrientos.
Mientras tanto en el caldero político, organizaciones como la CETEG y otras, afinan estrategias. En el aniversario de la masacre de Aguas Blancas, aparece la guerrilla y lanza un manifiesto. El anuncio posterior de la reforma educativa convierte a Oaxaca, Michoacán y Guerrero en escenario de revueltas urbanas y rurales. Se incendian edificios públicos, surgen nuevas “auto defensas” y el estado se convierte en noticia de nota roja internacional.
Con el asesinato de los dos normalistas el 12 de diciembre en la Autopista del Sol, da inicio una saga que culmina con los errores del gobierno federal y estatal a cargo de Ángel Aguirre Rivero, iniciándose otra fase de la violencia. Ni el gobierno federal y estatal, dieron un mensaje por los dos crímenes. Todo se desvaneció en declaraciones, pago a los deudos, y pensaron que el tiempo iba a decantar las muertes en un estado donde en pocas decenas de años, de la violencia social y delincuencial se maridaron; el más terrible ejemplo son los muertos y desaparecidos de Chilapa.
Y las deudas de sangre que se pagan con sangre. Y la síntesis de este transitar es la noche de Iguala y Cocula.
Y mientras, las ocho regiones del estado se incendiaban, los gobiernos de Torreblanca y Aguirre se cruzaron de brazos. Y como a principios del siglo pasado, en Guerrero se generó una profunda brecha de violencia producto de la desigualdad, represión, abandono, injusticia y un vacío donde no existen alternativas de desarrollo y para ensanchar los padecimientos, la naturaleza se cobra su parte: “Ingrid y Manuel”, abren y cierran este abecedario del desamparo como sistema de vida.
La violencia de Guerrero, no es ajena a la del estado, tienen el mismo ADN; el asesinato de Rubén Jaramillo y su familia por militares en activo; la masacre de Tlatelolco y el 10 de junio, el magnicidio de Luis Donaldo Colosio; los muertos de Acteal y el levantamiento zapatista, impactan en Guerrero, un estado donde el ser ontológico del guerrerense, se caracteriza por bronco y rebelde, trabajador y dueño de una cultura del esfuerzo negada.