Isidro Bautista
Lo más evidente de estos cien primeros días del gobierno de Héctor Astudillo Flores han sido la inseguridad y la atención que le ha puesto para afrontarla, como el mayor problema del estado.
El problema de la violencia está ahí, cierto, pero también se le ha observado atendiéndolo, no llevándosela nadando de a muertito.
Ese cáncer se padece desde hace diez años en Guerrero, prácticamente después del enfrentamiento suscitado en La Garita, en el puerto de Acapulco. Ha ido en aumento día tras día, como en el resto del país.
Ni con Zeferino Torreblanca, Ángel Aguirre ni Rogelio Ortega, como gobernadores cada quien en su tiempo, fue siquiera controlado. Operativos han sido incontables, como aquel famoso Guerrero Seguro, y la gente sigue hartándose de la situación.
Si se llegara al extremo de hacer una comparación, se diría que justamente en estos cien días se ha notado más al gobierno, tanto federal como estatal y algunos municipales, como Acapulco, Iguala y Chilpancingo, ocupado por contrarrestar ese asunto.
Durante el gobierno de Ortega no se vio al gabinete de seguridad de Enrique Peña Nieto metido tanto en Guerrero como ahora con Astudillo. Tampoco con Aguirre, ni por el hecho de haber tenido ambos una buena relación personal. Por algo será.
Van cien días. Y a Astudillo no le corresponde tanto atender el problema del crimen organizado. Difícilmente un gobernador puede darle guerra sin el apoyo del gobierno federal; menos, un presidente municipal. Hasta donde se ha visto, ha cumplido con el papel que le corresponde.
Desde un principio abanderó para su gobierno el mando único, y ahora propuesto como mando único estatal. Prefirió ejercer su facultad de atraer el mando en los municipios, aunque se haya inclinado por contar para ello con el respaldo voluntario de los ediles.
Con el actual fiscal general del estado, Xavier Olea Peláez, se han dado ciertos golpes a la delincuencia, a diferencia del antecesor que estuvo en ese cargo, quien ante la vista de la sociedad en general, se la llevó, eso sí, nadando de a muertito.
Astudillo, habrá que recordar que al asumir el cargo el 27 de octubre pasado, fue enfático al señalar que entre los graves problemas que encontró sobresalía el de la inseguridad y de la violencia generada por los grupos del crimen organizado. Se propuso, como uno de los principales desafíos de su naciente gobierno el de lograr la pacificación del estado.
La tarea es mayúscula. No se resolverá, no por falta de voluntad, en unas cuantas semanas o meses, sino que requerirá de mucho tiempo. Es, el de la violencia y la inseguridad asociada, un esfuerzo de largo aliento. El problema es complejo y de muchas aristas.
Hoy que cumple sus primeros cien días, tiene la oportunidad de hacer un balance de las tareas que su administración ha realizado, de hacer un diagnóstico serio y realista, de cómo está Guerrero. Y hacia dónde habrá que encaminar las acciones de su gobierno para tratar de enfrentar los retos.
El panorama no es muy alentador, pero se advierte voluntad y decisión de cumplir su compromiso con los guerrerenses. Sin duda, hay avances, pero también acciones que no han cuajado.
El lema de su gobierno, el de “Guerrero nos necesita a todos”, debe ser la doctrina de los meses por venir. Todos deben participar en la construcción de la patria chica que se anhela. No sólo es tarea del gobierno. Es un esfuerzo común. isidro_bautista@hotmail.com