* Sabes más de lo que escribes: Efraín

* En los 90’s Ayotzinapa recibía apoyo

* Una visión de lo que pudo evitarse

 

Por Jorge VALDEZ REYCEN

 

Efraín Flores Maldonado la suelta, a bocajarro: “Tú sabes más, que lo que escribes”.

Desde otra visión –a la distancia de los años 90’s, cuando gobernaba Rubén Figueroa Alcocer— la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, de Ayotzinapa, nada tenía que ver con la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero (CETEG), ni tampoco con la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro), ni con movimientos radicales.

Era una normal de poca matrícula, que exigía recursos para mejorar la alimentación de los internados alumnos-maestros, reconstruir el edificio, dar mantenimiento a la alberca, dormitorios y aulas. Funcionaba sin sobresaltos, ni paros.

Flores Maldonado era subsecretario de Educación Media Superior y dependía del doctor Amín Zarur Ménez, titular del desaparecido Instituto Nacional de Educación Básica y Normal (INEBAN) y de la SEP. Supo los vericuetos del entramado interno, de los apoyos a maestros identificados con la izquierda y apasionados en empujar un proyecto educativo consecuente a una formación más liberal de docentes en formación.

Ese era el debate que se daba, frente a los gobiernos emanados del PRI y su anquilosada política pública de educación anclada a viejas fórmulas desfasadas del contexto nacional. Era un diferendo civilizado contra el férreo poder caciquil de un sindicalismo asfixiante de la maestra Elba Esther Gordillo Morales y su red de incondicionales.

Ayotzinapa recibía apoyos económicos, así como en especie, y funcionaba, insisto, sin tropiezos ni barruntos de violencia. Ocasionalmente los estudiantes hacían marchas y pintaban fachadas de casas y edificios públicos y privados. Pero era uno o dos días. Hasta que exigieron más plazas y no había presupuesto. Pues “haiga sido como haiga sido” se las dieron, y asunto arreglado.

Pasaron los años y con Zeferino Torreblanca Galindo volvieron a exigir hasta las perlas de la virgen. Y se las negaron, pero a cambio se administró el conflicto. Hubo hasta un comisionado-visor exprofeso para atender los berrinches de quienes pasan de ser púberes a adultos.

Con Ángel Aguirre Rivero se descuidó o se salió del control. Es confusión lo que se hizo con la normal, que seguía recibiendo apoyos diversos, autobuses, microbuses, camas, enseres domésticos, equipos de cómputo y el apapacho querendón, del estilo conocido por las querencias de la Costa Chica.

Ayotzinapa vivió una transformación: fue usada a la par del surgimiento de grupos de autodefensas como arietes sociales, con fines poco claros que aún se resienten dolorosamente. Primero fue un 12 de diciembre, día feriado, inhábil, “puente” de asueto, Día de la aparición del milagro del Tepeyac, para desatar los demonios en la Autopista del Sol. Si la idea era tumbar al gobierno, no prosperó. Pero se transitó en una ruta de descomposición.

Vinieron las detenciones de comandantes comunitarios, por excesos en la aplicación de leyes en base a usos y costumbres –se adujo— que se tradujo en la comisión de delitos graves, como secuestro, terrorismo, uso y portación de armas exclusivas del Ejército y Fuerzas Armadas.

El ambiente se crispó aún más, con ejecuciones de Arturo Hernández Cardona y simpatizantes de su grupo, en Iguala. Y allá fue donde el hilo reventó a la República toda. Fulminó las carreras políticas de perredistas e hirió de muerte al PRD en su credibilidad. El proditorio salvajismo contra normalistas mantiene en prisión a más de 120 presuntos delincuentes acusados de conspirar y ejecutar una crisis de proporción mundial, inédita e inimaginable en sus efectos varios.

Efraín Flores Maldonado sonríe enigmáticamente, cuando se le pregunta si todo eso se pudo evitar. No hubo sílaba alguna, ni muecas. Sonrisa y solo eso… Nos leemos mañana, SIN MEDIAS TINTAS.