Dos años de ausencia

 

Por Chanssonier

 

El 12 de enero del año 2014 salió de la vida mi amada esposa Margarita Yolanda; un cáncer en el páncreas fue el culpable de su fallecimiento, luchando valientemente para desterrarlo, pero el destino caprichoso como es me la arrebató, después de 48 años de formar una feliz pareja. La conocí en la ciudad de México a donde la enviaron sus padres a estudiar. Después de un breve noviazgo contrajimos nupcias.

El no haber tenido familia en los primeros años de nuestro enlace, sirvieron para pasear por diversos lugares del país y el extranjero; después del nacimiento de nuestro único hijo, al que de manera conjunta acordamos fuera bautizado con el nombre de Héctor, dimos por cancelados los paseos para darle una buena educación, siendo en la actualidad doctor en Derecho.

Poco antes de morir Margarita Yolanda, que había sido una mujer saludable, empezó adelgazar de manera rápida; presintiendo que algo malo le estaba ocurriendo acudimos a un laboratorio, en donde le fue diagnosticado cáncer pancreático. Sus últimos días fueron dolorosos hasta que finalmente la muerte me la arrebató. Aun cuando mi hijo Héctor y mis dos nietos, así como mi nuera me procuran, la nostalgia por la partida de mi compañera en la vida nadie podrá curarla, aunque sé que cada día que pasa me acerca para estar a su lado.

Antes del arribo de Héctor, mi vástago, había escrito este modesto poema:

“Amor te espero impaciente, quiero platicar contigo, decirte que tu conmigo, hallaras pasión ardiente./ Cuando ya seas mi mujer, verás cómo te he deseado, estando muy enamorado, por tu manera de ser./ Si a mí ruego prolijo, acudes con emoción, la más ansiada ilusión, será me des un hijo.

Quizá se parezca a ti, en el verde de tus ojos, a Dios pediré de hinojos, algo le toque de mí/. Le diremos El Purito, como estaba en tu matriz, llegó y nos hizo feliz, ese rostro de angelito/. Cursa ahora sexto año, el tiempo se fue corriendo, yo me fui envejeciendo, como recuerdos de antaño./ Llegará el día aquél que tendrá su propio hogar, a los suyos sabrá amar, como lo amamos a él”.

A dos años de la partida sin retorno de Margarita Yolanda, no hay día que pase que no la recuerde, porque la bondad que tuvo con todos la hará merecedora, de estar en el regazo de Dios.