Isidro Bautista

 

El Acuerdo denominado Guerrero Incluyente y Próspero es la respuesta del presidente Enrique Peña Nieto al hecho de ver en Héctor Astudillo Flores a un gobernador serio y comprometido con su estado, sobre todo ante el problema de la inseguridad pública, que se expresa en la ola de violencia y que parece desenfrenada.

A Rogelio Ortega Martínez lo notó seguramente como a un gobernante que desempeñó el cargo nadando de a muertito, y a Ángel Aguirre Rivero, como a un amigo al que apoyó en todo, pero que finalmente falló por el caso Ayotzinapa, justo por confiado de su relación personal con el titular del Ejecutivo federal.

Desde antes de su toma de posesión como gobernador del estado, Astudillo ha reconocido la inseguridad pública como el problema número uno de Guerrero.

Este martes, al firmar dicho Acuerdo en Acapulco, Peña Nieto confesó su coincidencia con la afirmación del mandatario estatal en el sentido de que “son muchos más, pero mucho más los guerrerenses que quieren vivir en paz y en tranquilidad”, y que “son muchos más los guerrerenses que quieren trabajar de manera honesta, digna y decorosa para lograr bienestar para sus familias”. Lo ha leído, pues.

Le observó la seriedad y compromiso cuando se desempeñó como coordinador general de su campaña presidencial en Guerrero, como habrá pasado cuando una ocasión, en su calidad de candidato a gobernador del Estado de México, le compartió con crudeza su experiencia adquirida en la elección de 2005.

Y como aquí lo hemos señalado, en el modo de agarrar el taco se conoce a uno cómo come, y Astudillo asumió el puesto con el gabinete de seguridad federal a su lado, y su primer encuentro público con Peña Nieto, por la firma del citado Acuerdo, con el que, como dijo Peña Nieto, “trazarnos una nueva hoja de ruta, un nuevo derrotero, un nuevo camino hacia dónde seguir proyectando a Guerrero hacia condiciones de mayor prosperidad y de mayor desarrollo”.

Reconoció “la actitud mostrada, la actitud dispuesta; la actitud, disposición y voluntad política que tiene su gobierno para realmente mantener, junto con el gobierno de la República, un frente común para trabajar unidos, para cerrar filas, para mantener un alto compromiso en favor del desarrollo de esta entidad”, a diferencia de Rogelio Ortega, que nunca tocó las puertas de ninguna de sus oficinas y pasó a la historia como el peor gobernador de Guerrero.

Peña Nieto reconoció también que “efectivamente, al asumir su encargo, Astudillo recibe una entidad ante un gran reto, y éste es de forma señalada, uno de ellos: el realmente revertir el escenario de inseguridad que se vive en distintas regiones del estado de Guerrero”.

Por eso dio instrucciones “a todo el gabinete de seguridad pública para que mantenga una relación constante, periódica, de acuerdo, de revisión de estrategias y de ejecución de acciones, que nos permitan realmente lograr el Guerrero de paz y de tranquilidad que queremos”.

Se trata, pues, de un acuerdo adoptado para conjuntar esfuerzos entre el gobierno del estado y los de su administración, a fin de impulsar proyectos productivos, atender zonas de alta marginación y lograr el Guerrero próspero e incluyente, y que más gente, que más sociedad, se incorpore a actividades económicas que les deparen bienestar y que contribuyan de esa forma al desarrollo del estado.

Es una respuesta, más allá de afinidades partidistas, al hecho de que Astudillo le inspirar confianza por el compromiso que le ha observado con los guerrerenses hoy como gobernador del estado, avalado por casi treinta años de trayectoria política.

Hay que dar, al menos, el beneficio de la duda.

isidro_bautista@hotmail.com