* Lealtad, el valor intrínseco en política

* Hay ejemplos de leales colaboradores

* En la dicha y la desgracia, se acrisolan

 

 

JORGE VALDEZ REYCEN

 

¿Cómo se mide la lealtad?

Yo vi lágrimas en los ojos de Florencio Salazar Adame, cuando siendo diputado federal mostró su lealtad al jefe caído, José Francisco Ruiz Massieu.

En la dicha y la desgracia, personas que tienen muy en alto el valor de la lealtad sobrepasan en estima y afecto a aquellas que no transmiten ese sentimiento abstracto. Es como el amor: se siente o no.

Lealtad es uno de los valores humanos que casi no se observan. Pero sí hay ejemplos, y muchos.

Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera tuvo en el despiadado Iván, su más claro ejemplo de lealtad en la desgracia, al ser recapturado tras arrastrarse una milla por el drenaje pestilente intentando evadir fallidamente el cerco de marinos.

En la película “Naufrago”, Tom Hanks se despide de “Wilson” el balón de voley-bol convertido en amigo imaginario leal de las penurias del ejecutivo de Fed-Ex perdido en el océano, en una de las escenas más impactantes y conmovedoras.

Es cuestión de hacer una pausa a la vorágine de los días vividos y echar una vista al pasado. Recrear aquellos episodios inolvidables de gente que ha sabido mostrar su lealtad al amigo, por encima de todo y de todos. No hay lealtad al enemigo, aunque hasta en ello existe ese sentimiento.

En la obra maestra de Mario Puzo, The Godfather (El Padrino), dirigida por Francis Ford Coppola, Michael Corleone descubre con horror la traición de su hermano Fredo Corleone, quien pactó con los enemigos de La Familia. La muerte de Fredo en la barca de pesca, es el fraticidio más impactante en el cine y la antítesis de la lealtad, la traición.

En la política, la lealtad de Armando “Pocho” Añorve con Ángel Aguirre Rivero es legendaria y de años, muchos años, en las buenas y las malas. En las duras y las maduras.

Juan Larequi Radilla fue quizá el amigo leal en las últimas horas de don Alejandro Cervantes Delgado, en su casa de Acapulco. Cuando el poder languidece, palidecen las amistades, reza un adagio. Y Juan mostró de qué estaba hecha esa lealtad al Hombre de la Pipa.

Humberto Salgado Gómez prefirió renunciar a la Secretaría General de Gobierno que hacer la genuflexión ante el sobrino incómodo del gobernador Aguirre Rivero. Y colgó el celular. Cuando la lealtad era cuestión de dignidad, no valían argumentos. Quedó en el registro de los días aciagos por venir.

Lealtad de Victórico López Figueroa a su jefe y amigo Rubén Figueroa Figueroa, en donde el poder no daba pie a titubeos, ni lisonjas.

En la política a la guerrerense la lealtad es como el queso gruyere, llena de pozos. No se tienen muchos ejemplos que ilustren con pinceladas folclóricas cómo se tejieron esos finos amarres de lealtades. Para entenderla, debe partirse de que es “de ida y vuelta”.

En el anecdotario prolijo de la cosa pública en las últimas tres décadas, sin duda habrá tela dónde cortar y confeccionar. A vuelo de memoria, las cuartillas se las lleva el viento.

La lealtad, el valor intrínseco de un hombre y la mujer. Sin ella, todo es ficción… Nos leemos mañana, SIN MEDIAS TINTAS.