* Intríngulis del mando único
* ¿Es anti constitucional?
* Astudillo: cauto
Isaías Alanís
El asesinato de la alcaldesa de Morelos, Gisela Mota Ocampo, suscitó una serie de reflexiones y críticas sobre el mando único.
El gobernador de aquella entidad, Graco Ramírez, cayó no sólo en mayor descrédito al emitir un decreto local, rechazado por la mitad de los alcaldes. En el umbral histórico del municipio libre es una regresión; por lo tanto, la situación de su aplicación en México es frágil y dubitativa. La prueba de ello, es que el alcalde de Cuernavaca, Cuauhtémoc Blanco, y el de Tlaquiltenango van a presentar una controversia constitucional contra esa medida que van a ganar sin duda.
El gobernador de Morelos no sólo se contradice; Graco sigue mintiendo; apenas ayer afirmó que “el mando único no viene de Peña, viene de mí, como propuesta en la Conago, lo empecé a implementar sin permiso de Peña Nieto y sin permiso de nadie…” (La Jornada7/I/16).
Algo de historia, durante la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago), cuando Graco todavía no era para desgracia de los morelenses el gobernador, se aprobó el proyecto para desaparecer las policías municipales y crear policías únicas en cada estado. Felipe Calderón presentó la iniciativa de ley al Senado de la República el 6 de octubre de 2010. Esta propuesta somete a la autoridad municipal al ámbito estatal, altera el federalismo mexicano, cuya estructura principal para combatir el centralismo político, administrativo y territorial, es el Municipio Libre.
Amén de que se trastoca la República y al municipio libre, el mando único contraviene lo establecido en la Constitución: “Las fracciones II y III del Artículo 115 otorgan a los municipios personalidad jurídica propia, facultades para manejar su patrimonio, expedir los bandos de policía, reglamentos, circulares y disposiciones administrativas y para tener bajo su cargo las funciones y servicios públicos”. Estos servicios circunscriben a la Seguridad Pública en los términos del Artículo 21 Constitucional.
Este espinoso camino en que metió el expresidente Calderón a la nación, tiene como objetivo modificar las esfera de acción del Ejército, Marina y Fuerza Aérea, con el fin de que puedan convertirse en cuerpos “legales”, que los hechos de Tlatlaya, Iguala, Michoacán y anexas, lo desmienten. Se ha intentado reformar la Carta Magna “para dar certeza jurídica a la actuación de las fuerzas armadas”; es decir, legalizar su irregular irrupción en tareas de prevención e investigación de los delitos, actividades que competen exclusivamente a las autoridades civiles (Artículo 21 constitucional).
Y el mareo constitucional es tan excesivo, que también se pretende reformar el Artículo 115, fracción VII, para trasladar la autoridad que tiene el presidente municipal sobre la policía preventiva, a un “mando único estatal”.
Aquí la bronca no es quién tiene el mando, sino quién lo ejerce con transparencia y profesionalismo. En el estado de Morelos, los presidentes municipales se han opuesto a este mecanismo para el combate a la delincuencia. Más importante es que la policía municipal se profesionalice, pues si las fuerzas federales no pueden por complicidad u omisión, menos un mando único corroído desde su origen, secreto a voces que se escucha en todas partes por Juan Pueblo.
Porque desaparecer las corporaciones policíacas municipales e integrarlas a un Mando Único estatal, viola las disposiciones contenidas en la Constitución. Al pasar la responsabilidad de la policía municipal al Poder Ejecutivo, estatal o federal, el presidente municipal, responsable de la seguridad pública en su respectivo ayuntamiento por mandato de ley, se somete a la autoridad del gobernador perdiendo toda autonomía; supeditado a un mando militar, medida avalada por los gobiernos del PRI, el PRD y hoy abiertamente criticada por el PAN, que fue su impulsor en la persona del expresidente Felipe Calderón. Esta medida es regresiva y no está encaminada a fortalecer un estado garante y benefactor de las libertades republicanas.
La propuesta hecha por Calderón del Mando Único, hoy cuestionada en todas partes, ha fracasado, y a como de lugar se quiere imponer la fuerza por sobre la razón y la búsqueda de la paz. Y ¿cómo es posible que en Morelos, el gobierno supuestamente de izquierda de Graco Ramírez, se atreva a decir que con el Mando Único en tres años se acabaría la delincuencia en Morelos, Guerrero, Tamaulipas, Veracruz y demás estados?
Mejor promover la democratización y profesionalización de las policías municipales, frenar la militarización y crear el servicio civil de carrera para que en México se pueda contar con policías municipales bien entrenados, con armamento y bajo los estándares de confianza que existen en los protocolos de las policías del mundo. Tanto para las policías preventivas y de proximidad, las de investigación e inteligencia, y que los puestos sean sometidos a concurso y a un escrutinio gubernamental y ciudadano. Y evitar la corrupción producto de los vaivenes políticos por cambios trianuales y sexenales. Nombramientos de familiares o a gente ligada con la delincuencia. El caso de Morelos en ese sentido es patético; el fiscal y el secretario de Seguridad son gente estrechamente ligada a Graco Ramírez y su clan familiar.
La muerte de Gisela Mota y el momento de crisis que intentó paliar el gobernador de Morelos al “decretar” el mando único, solo causó suspicacias, una rebeldía de los morelenses que ayer salieron a las calles a protestar por la muerte de la alcaldesa y por el desorden en que se haya el estado de Zapata, y ya le declararon una guerra en redes sociales a Graco.
Estos hechos tienen que abrirle los ojos al gobierno federal y buscar otros caminos para restablecer la paz, la gobernabilidad y la tranquilidad de los morelenses y mexicanos. El Mando Único es una vía tortuosa, casi golpista y catastrófica para la democracia.
En Guerrero, el gobernador Héctor Astudillo Flores, cauto, dialogador ha hecho declaraciones sobre el Mando Único, que se someterá al diálogo y a una consulta ciudadana. Graco se desmorona y se enreda en sus propias mentiras y está desubicado de la violenta realidad de Morelos.
De reojo
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