* Transporte: Evodio de plano no puede

* Insuficiente, la Policía Vial para ordenar

* ¿Por qué los homicidios de choferes?

 

JORGE VALDEZ REYCEN

 

Algo está pasando en el transporte de Guerrero y no es nada bueno.

Primer dato duro: Los homicidios perpetrados contra de trabajadores del volante se acumulan en las estadísticas sin que haya precisión en el móvil que los origina. Acapulco y Chilpancingo han sido escenarios de la violencia, sin que haya explicación de las causas.

Segundo dato duro: La Policía Vial de Acapulco es insuficiente para reordenar el caótico transporte urbano y suburbano que escapó del control de la Dirección General de Transporte y Vialidad del estado de Guerrero desde hace por lo menos dos lustros. Placas clonadas, permisos de sustitución falsos, documentación de concesiones alteradas y nula revista anual del parque vehicular desde hace más de una década.

Tercer dato duro: El Ayuntamiento de Acapulco no tiene legalmente atribuciones para iniciar un reordenamiento del transporte, pues no le compete. En cambio, sí tiene facultades para someter a quienes incurren en infracciones como manejar sin licencia, sin placas, circular en sentido contrario, fuera de rutas establecidas, paradas prohibidas y las que estipula el Reglamento vigente de Tránsito. En este rubro, ocurre una especie de peloteo de responsabilidades, lo que favorece a la anarquía imperante.

Cuarto dato duro: En los últimos tres meses del desgobierno de Rogelio Ortega Martínez se otorgaron permisos a diestra y siniestra desde la Dirección Técnica de Transporte, a cargo de Félix González Figueroa, quien suplió a Juan Larequi Radilla al cuarto para las 12 del final caótico de esa administración con fuerte tufo a corrupción. No hay ninguna denuncia, ni tampoco existen mecanismos para suspender las últimas concesiones hasta en tanto se aclara los procedimientos y mecanismos de su liberación. Tarea que deberá hacer Miguel Ángel Piña Garibay, nuevo titular de Transportes en la entidad.

Con todo este diagnóstico, se debe iniciar con la investigación de los crímenes de trabajadores del volante hasta esclarecer los móviles y aprehender a los responsables; además, el incendio de vehículos del transporte colectivo, que representa pérdidas millonarias y tampoco se tiene claridad de las causas que originaron dichos atentados. ¿Fue terrorismo?

Acapulco sufre embotellamientos viales en “horas pico” por la saturación que provocan camiones urbanos que circulan clonados, los conductores antes fueron “chalanes” y medio aprendieron a tripular la pesada unidad, con la complicidad de los dueños de las concesiones. Los taxis colectivos amarillos, han asfixiado las dos principales vías: costera Miguel Alemán y Cuauhtémoc. Las rutas de la Unidad Habitacional Luis Donaldo Colosio y la Unidad Habitacional El Coloso, tienen saturada la avenida Escénica Clemente Mejía y la costera, mientras los de Renacimiento y Zapata estrangularon la Cuauhtémoc.

El diagnóstico es negativo por donde se le vea. Los percances fatales tienen un 90 por ciento de participación los choferes del transporte público. La omisión de la autoridad municipal en Acapulco y Chilpancingo es imputable a ellos. No hay coordinación con la oficina reguladora del transporte y vialidad para someter a los trabajadores del volante, que aprovechan el desconcierto y la abulia oficial.

Este escenario no puede permanecer más tiempo. Tolerarlo, es renunciar al principio de autoridad que ya fue rebasado… Nos leemos mañana, SIN MEDIAS TINTAS.