(Leyenda)

 

Por Chanssonier

 

Al oriente del Barrio de San Mateo que divide la barranca de Apancingo, para penetrar al barrio de San Antonio, había una hilera de tupidos amates, bajo cuyas frondosas ramas solían platicar entrada la noche, Antonio Solache, que era caporal de don Teódulo Santos, y la hermosa mestiza Paula Lázaro, con quien cultivaba relaciones de noviazgo.

Por aquellos años las casas que allí había eran todas ellas de palma, habitándolas por lo general gente pobre, dedicada a las labores del campo en tiempos que eran para cultivar la tierra, o bien cortando leña de los bosques cercanos para venderla en el mercado.

Paula vivía con sus padres en una de esas humildes viviendas, en lo que era el barrio de San Antonio, limitado por la barranca de Apancingo, de donde la gente se surtía de agua para sus múltiples necesidades, porque entonces traía un grueso hilo claro y frío.

Ya desde entonces existía una recíproca rivalidad, entre los mancebos de San Mateo con los de San Antonio; aquellos no podían transponer la barranca y éstos tampoco, porque los pleitos menudeaban, inclusive más de uno había caído abatido víctimas de filosas navajas y puñales. Esos pleitos tenían su origen en los noviazgos, porque los sanmateínos consideraban que las muchachas que vivían en él, deberían casarse con uno de la barriada; cosa igual argumentaban los sanatoninos, vigilando con celo que eso se cumpliera al pie de la letra.

Como el amor no tiene fronteras, en cierta ocasión Antonio le pidió a Paula hacerla su esposa, porque estaba seguro que de pedirla a sus padres rechazarían tal pretensión. Ella aceptó poniéndole como condición huir con rumbo a Tixtla, para casarse ante la virgen de la Natividad, lo que fue aceptado. La fecha para vivir siempre juntos la acordaron fuera un día del ahora lejano año de 1789. Acordado todo Paula empezó a sacar de su hogar cosas personales, las cuales depositó en la casa de su madrina.

Un día Antonio que llevaba una cara de felicidad, se encontró en la calle con su amigo Palemón Encarnación, a quien le confesó a que se debía, pues al parecer no había hombre sobre la tierra más feliz que él. Más tardó Antonio en confiarle su secreto, que aquél en divulgarlo hasta llegar a oídos de Telésforo Lázaro, hermano de Paula, quien con un grupo de sus amigos acordaron darle muerte. A lo dicho siguieron los hechos; cuando la pareja de enamorados huían por un callejón, le salieron al paso Telésforo y sus amigos, quienes con sendos puñales se le fueron encima; aun cuando demostró valentía entre los cuatro pusieron fin a su vida, dejándolo muerto en un charco de sangre.

Paula que presenció todo, horrorizada cayó desmayada; cuando la levantaron había perdido la razón, la cual jamás pudo recobrar. Con el correr de los años debido al crecimiento de la población, la gente dio en llamar a ese lugar El Callejón de la Muerte, ya desaparecido del que solo queda el recuerdo.