* CETEG y su lucha utópica contra la Reforma

* Anarkos-chilangos, los violentos incendiarios

* Maestros de Guerrero, ya no van a marchas

 

Jorge VALDEZ REYCEN

 

CETEG sabe que el tiempo se acabó. Su papel marginal de ente anti sistémico, radical, con fachada de grupo social opositor a la Reforma Educativa ya no impacta en la sociedad –desde su nacimiento nunca tuvo soporte, ni simpatías— ni en nadie, a favor de su “causa”. Está hueca, como cascarón y perdida en su propio laberinto.

Tan es así, que supuestos maestros de Michoacán, Distrito Federal, Morelos, Chiapas y Oaxaca han venido a suplir a los cada vez indiferentes y apáticos mentores guerrerenses, que acusan ya un cansancio por el desgaste de movilizaciones y, lo más justificado y obvio, es que esta larguísima lucha les partió su vida rutinaria y hasta apacible.

CETEG acusa un desgaste “endémico” en sus correligionarios y ha tenido que echar mano en reclutar a grupos marginales del DF identificados como “anarcos”, de campamentos urbanos como el “Francisco Villa” y hasta algunos ligados a la delincuencia común en robos de autopartes automotrices, que han nutrido las filas menguadas de un magisterio fastidiado y harto de “no hacer nada” y “luchar por nada”.

El mapa georeferencial ubica a la CETEG apoyada por michoacanos en la Costa Grande; en la Montaña y Costa Chica por oaxaqueños y chiapanecos, mientras en la zona centro lo hacen los grupos “chilangos” y morelenses. Utilizan el mismo “modus operandi” de secuestrar autobuses de pasajeros, “ordeñar” otros tractocamiones y hacer “presencia” en marchas. El grupo “anarko-chilango” –entre 40 y 60 hombres— es el que lidera los actos de vandalismo y confrontación con policías antimotines, elaborando bombas “molotov”, cohetones con mayor cantidad de pólvora y destrozando oficinas, vehículos. Se cubren el rostro para evitar ser “fichados” y al no pertenecer al magisterio, dificultan su identificación a las autoridades.

Son los mismos que desde finales del 2014 se enfrentaron a Policías Federales comandados por el Comandante “Espartaco”, incendiaron edificios de los partidos políticos PRI, PAN, PRD, el edificio “Tierra Caliente” del Palacio de Gobierno, el salón de sesiones del Congreso del Estado, la contraloría de la SEG, el Ayuntamiento de Chilpancingo. Su estadía en la capital es corta (no más de un mes) y regresan de acuerdo al llamado de líderes y cuando “se enfríen” las cosas.

En lenguaje simple: se trata de un cuerpo de “élite” especializado en misiones clandestinas de actos de sabotaje a vías de comunicación, terrorismo, pelea cuerpo a cuerpo con policías, fabricación de explosivos, entre otros, cuyos actores podrían ser identificados en base a la compulsa del banco de datos que opera el grupo interinstitucional “Escudo Centro” de la PGR con los gobiernos del DF, Morelos, Guerrero, Puebla, EdoMex y Tlaxcala.

A la CETEG se le acabó el tiempo de resistir y echar abajo la Reforma Educativa. Su juego de estrategias simplistas, beligerantes, radicales, violentas ordenadas por líderes itinerantes –acotados por la suspicacia generalizada del sector magisterial más fanatizado en luchas opositoras de “venderse” o ser cooptados por su enemigo de clase: el Estado Mexicano— tocó fondo y no los llevó a ningún lado.

Continuar incendiando Guerrero, como forma de lucha, es el peor y craso error de los torpes líderes. Jamás descifraron la ecuación de que la batalla contra la Reforma Educativa era en los Congresos, Tribunales y Parlamentos, no en las calles. Que el argumento era cerebral, no visceral. Que contaminar lo magisterial con el Caso Iguala, era coyuntural para fortalecerse mutuamente, pero con fecha de caducidad y bien delineados los linderos de mutuo acuerdo.

CETEG se queda en solitario, dando vueltas en círculo, peleando eternamente con molinos de vientos, en la más utópica de sus batallas. Su papel anecdótico en la tragedia de Iguala, será eso y no el referencial de lucha contra la Reforma Educativa que los alcanzará y extinguirá de la faz del magisterio.

Y es que la verdad es implacable: está visto que no son aptos para la academia, pero sí autocomplacientes en la disidencia, contestatarios y violentos…

Nos leemos, SIN MEDIAS TINTAS.