¿Libertinaje radiofónico tolerado?
Felipe Victoria
Difícil paquetito le confiaron a Erika Lührs Cortés en Comunicación Social del Gobierno del estado, pues “lidiar” con los medios, o más en concreto con los comunicadores, genéricamente llamados “periodistas”, es para sacarle canas verdes a cualquiera.
De ninguna manera estoy “hablando mal” del gremio tan extenso y disímbolo, además de poco solidario en realidad, porque se parecen a la famosa olla sin tapa llena de cangrejos, que nunca escapan pues los demás los jalan en el caldillo de las envidias, celos profesionales y las intrigas.
Hacer mitote protestando cuando matan a cualquiera relacionado con el mundillo de la información no es auténtica solidaridad, pues en vida de los que han sido asesinados en tiempos recientes, muchos de los que vociferaban clamando justicia, poco la llevaban de veras con los difuntos y quizá se “conocían” de lejitos, pero ni hacían ronda ni eran cuates siquiera; ser amigos, ya es otra cosa harto diferente.
Me voy a un ejemplo icónico nacional: cuando en mayo de 1984 asesinaron al columnista más temido Manuel Buendía Tellezgirón, abundaron protestas por parte de periodistas que ni lo llegaron a mirar en persona y ni siquiera lo leían pues.
A niveles diferentísimos, en Acapulco mucho se chismoseó del asesinato contra el famoso Leodegario Aguilera Lucas, que antes de que lo secuestraran de su propio hotelito nunca tuvo la discreción necesaria para no andar pregonando que le sacaría buena lana a dos gobernadores vecinos por no publicar sus negocios en sociedad.
Las autoridades conocen el pie de que cojean muchos en el periodismo, entonces no les apura esclarecer casos de periodistas.
A los que lideran marchas, plantones y protestas siempre han encontrado la forma de convencerlos de dejar de hacer ruido por las buenas, ninguno se quiere morir también pero en accidentes fabricados o asaltos simulados.
Los estilos del sistema poco cambian, sea cual sea el partido político en el poder, de todos modos a los altos funcionarios sí les provoca jaqueca cuando les andan echando la culpa de autorías intelectuales cuando mueren aunque sea “fotoperiodistas”, como el joven Espinosa Becerril, del sonado y reciente Caso Narvarte que le quisieron colgar al gobernador Duarte de Veracruz.
Lo preocupante es que los políticos perdieron el arte de llevarla bien y de veras con “la prensa”, creen que con sobrellevar a los dueños de empresas de comunicación su asunto está resuelto, olvidándose de las infanterías, cuya atención delegan en los encargados de lidiar con los comunicadores de tropa.
La gran víctima de esa ineficacia se llama Enrique Peña Nieto, a quien como gobernador del Estado de México le rindió óptimos resultados David López, pero cuando llegó a Los Pinos se le subió la calabaza a la cabeza y dejó de ser sencillo y accesible como antes, descuidando a las tropas e infanterías periodísticas poniendo un mal ejemplo a todos los estados de la federación.
Las consecuencias no se hicieron esperar y la primera en pagar los platos rotos, además de su marido, fue la actriz y primera dama Angélica Rivera con el enredo colosal de su Casa Blanca, pero no fue la única y a Luis Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong también les ha llovido en su milpita.
¿Cuándo antes la prensa se atrevía a meterse en la privacidad de vidas íntimas? Sí, a López Portillo le atizaron duro, pero a partir de que dejó de ser presidente, no antes.
En fin, un malestar generalizado la falta de “control” y buenas relaciones públicas con la prensa en general, pero lo muy grave es el “síndrome Aristegui” y ahora, cualquiera en el micrófono de la radio se siente con derecho a pitorrearse de altos funcionarios.
No quiero profundizar en el incidente entre Florencio Salazar Adame, que se apersonó en cabina para reclamarle al corresponsal de La Jornada, Sergio Ocampo, que transmite por la estación de radio de la UAGro en Chilpancingo por las mañanas; pero ni modo que se fuera a quedar callado ni a permitir que lo siguieran inculpando cuando se pierde la sutil línea entre la libertad de expresión en prensa y el libertinaje del activismo político de oposición.
Salazar Adame no tiene atole en las venas pues y reaccionó a una provocación.
Por ahí dicen que la concha del ostión se abre a piedrazos y que cuando se toca a la puerta y no quieren abrir, entonces hay que patearlas. Alguno muy conocido por sus collares, cuando no lo querían recibir funcionarios se les encueraba en la antesala de la oficina, y ahora le ruegan ser invitados a su programa de radio.
No existe enemigo pequeño, los servidores públicos, aunque sean de alto nivel, deben atender a los periodistas y no ignorarlos.
No debe ser muy difícil ubicar a quienes resultan ser más activistas que periodistas y hacen proselitismo a favor de la anarquía y subversión aprovechando tiempos de transmisión oficiales, lo que sí resulta el colmo es que la UAGro en su difusora consienta provocaciones.