Tiempo del horror

 

Isaías Alanís

 

El enemigo no tiene rostro. Existe más allá de las premoniciones y de lo estrictamente real. Ayer fueron los asirios, griegos, persas, romanos y cristianos. Hoy una tétrada del horror: Estados Unidos, Rusia y Francia; del otro lado, el ejército de los creyentes, entre los que se encuentran, élites de soldados de escritorio que alentaron para su beneficio el fundamentalismo y un pueblo de origen antiguo y de acciones modernas: Al Qaeda. La base tiene una historia de atrocidades y también de inversiones occidentales. Su patriarca no fue Osama Bin Laden, uno de sus mártires sí.

En esa línea del tiempo, la guerra de baja intensidad que durante años las tres potencias mantuvieron contra Siria y el Estado Islámico, hoy incendia el nublado tiempo mundial y amenaza con desatar una guerra; que en caso de ser nuclear, como es casi seguro, dejaría sobre el planeta el humus de la ceniza y la profecía de Einstein se cumpliría, en el sentido de que en caso de “haber una tercera guerra mundial, la cuarta sería con palos, piedras y gruñidos”.

Lo terrible de los hechos de París y los que se acumulen en los próximos meses, si la amenaza del Estado Islámico es llevada a cabo, es que generará una incertidumbre global y una paranoia que llevará a los seres humanos de los países interlocutores en esta guerra del horror a una situación de vacío, de orfandad, de temor.

Las acciones de la República francesa desatarán la ira del racismo y miles de seres humanos sufrirán las consecuencias. Francia cuenta con una población musulmana muy elevada. Con las nuevas disposiciones legales, la policía, el ejército, la policía política y especial, podrá catear, encarcelar, torturar a cualquier ciudadano o ciudadana que tenga facciones árabes o que use turbante o se apellide Alabanin.

El comando suicida que atacó a los jóvenes en El Bataclan en París, al halar del gatillo, pensarían en el paraíso de Alá o en la simple acción de matar. Y guardando las consabidas distancias, los hombres que halaron del gatillo en el palenque de Cuajinicuilapa, ¿pensaron igual que los musulmanes al halar del gatillo sobre una multitud indefensa y aterrada ante las detonaciones que desgajaban músculos, herían cabezas, se hundían en pechos y manos y ojos de terror de los que recibieron las descargas?

Y otra vez, guardando las distancias entre los paralelismos, los pilotos de los cazas franceses que la noche del viernes atacaron la capital de Siria, al oprimir el botón de fuego de su moderno avión de guerra, sintieron lo mismo que los musulmanes de El Bataclan o de la calles, de los suburbios, del estadio, que los sicarios que masacraron a un público que había ido a presenciar una pelea de gallos, y de una forma tan simple como segura, aseguraron el blanco en la pantalla de su ordenador, oprimieron el botón de fuego y a una velocidad casi supersónica sobrevolaron el humo, la tragedia ocasionada por un misil que hizo blanco sobre un objetivo previamente elegido por el comando táctico. Y cada piloto de los modernos cazas franceses regresaron a su base sin saber el tamaño de su expedición ni de los cientos de muertos, desgarrados, heridos que dejó un sobrevuelo de rutina sobre blancos enemigos; a beber vino blanco y a comentar los pormenores exitosos de la incursión aérea.

Ante lo que se viene, es tiempo de las inminencias. El horror se ha instalado sobre la tierra. Este apenas es el principio. El mundo se desgaja. Las democracias se mueren.

Los grandes hacen alianza contra los débiles. No existe diferencia alguna entre pobres y pobres del mundo. Un pobre de París es un pobre de Chile o un pobre de la Ciudad de México o de Groenlandia que de Provenza o de la montaña de Guerrero. La única diferencia enorme es entre ricos y pobres.

Los hechos de París, son un anuncio. Lo que viene será aun peor que la noche del viernes en la ciudad luz.

Y México, no estará exento de acciones bélicas. Las fronteras mexicanas están libres y la delincuencia que se encarga de la trata de personas, trasiego de drogas, órganos y demás acciones ilícitas, anda como Sancho por su casa. Y la delincuencia mexicana ya es global. Y los mexicanos nos parecemos mucho a los árabes, no por algo España fue dominada por los árabes durante siglos y nos legó una historia, ciencia, tecnología que compartimos los mexicanos desde el siglo XVI.

Así es que el gobierno mexicano debe abrir mucho el ojo, y pensar que si con la delincuencia no puede, menos con los terroristas islámicos. Y no andar haciendo declaraciones baratas en una reunión donde los que mandan son los poderosos y entre estos se haya los Estados Unidos, que tiene una frontera enorme con México y es el blanco por excelencia de las amenazas islámicas.

El tiempo del terror, está aquí.