Por Jorge VALDEZ REYCEN

  • Otra vez: 72 horas y Acapulco sin agua
  • “Paulina”, a 18 años de la tragedia
  • CAPAMA, de caja chica a mina de oro

El huracán “Paulina” que colapsó a Acapulco la madrugada del 9 de octubre de 1997 y dejó un estimado de 98 víctimas mortales y decenas de desaparecidos, además de daños materiales por más de 50 mil millones de pesos, fue el referente del quiebre de los servicios básicos de electricidad, agua potable, telecomunicaciones, vialidades y protección civil.

Meteoro que evidenció lo precario del sistema hidrosanitario, las trapacerías de venales autoridades municipales, el uso electoral de la desgracia y el vuelco de la comunidad internacional en ayuda comunitaria. El presidente Ernesto Zedillo llegó desde Europa –interrumpió una visita de Estado y retornó directo a Acapulco— y cesó fulminantemente al alcalde Juan Salgado Tenorio; también exigirle respeto a su investidura presidencial al diputado federal del PRD, Alberto López Rosas que increpó a Zedillo y se puso a la cabeza de la reconstrucción.

Acapulco se puso de pie. Hubo miles de millones de pesos para una planta tratadora de aguas negras que sigue vertiendo agua cruda al mar. Sistemas de captación de agua potable ampliados para el Acapulco pudiente. Drenaje con 50 años de antigüedad semi remodelado en arterias primarias del primer cuadro con fallas, filtraciones y tubos de pésima calidad que en 90 días tronaron.

CAPAMA el organismo administrador de agua y alcantarillado ya era la “caja chica” del gobernador en turno. Y ante presiones, por decreto pasó a manos del Ayuntamiento porteño, que la hizo una paramunicipal, pero en realidad fue una mina de oro para sus directivos, inflándose la nómina escandalosamente en los últimos 10 años.

Una década donde el manoseo del agua –y los 35 millones de dólares, donados por el Gobierno de España mediante un acuerdo internacional a favor del equilibrio ecológico— fue la constante. CONAGUA metió sus narices. CAPASEG exigió su tajada. CAPAMA se dejó saquear. Los porteños permitieron todo.

Luego se dijo que el PH “La Parota”, una presa, sería el proyecto del siglo XXI para que Acapulco tenga garantizada el agua del río Papagayo hasta los próximos 50 años. Y los comuneros de los bienes de Cacahuatepec se alzaron en armas en defensa de sus tierras áridas, sin producción y exigieron la cancelación de una inversión de un millón de millones de pesos. Cifra impensable, que detonaría en nuevas fuentes de empleo y riqueza en donde hoy existe la miseria extrema y la pobreza ofende.

A la cauda de calamidades naturales, se agregaron las causadas por una pugna absurda de imposiciones y resistencias de tinte político, que soslayaron el bien común y abonaron al encono, crispación y cancelación de inversiones multimillonarias que habrían generado progreso, desarrollo y otro estatus de vida.

Todo se fue al caño, como el dinero a manos de unos cuantos miserables voraces. Acapulco daba para eso y otras inversiones domésticas que florecieron bajo complicidades, colusión y hartazgo gubernamental. La Corrupción vivió años de impunidad absoluta. Millonarios de la noche a la mañana hubo en plena recesión económica.

Acapulco se sumió en la década del oprobio con una espiral violentísima de grupos delincuenciales que aprovecharon el momento, ese “mexican momento” que hoy en Estados Unidos lo analizan sesudamente.

Este domingo se cumplirán más de 72 horas sin agua en Acapulco. Los “valvuleros” de CAPAMA decidieron cerrar el suministro y se sumaron al secuestro masivo de la red hidrosanitaria. Se aprovecha el desconcierto, la ignorancia de los nuevos jefes, improvisados, para sacar provecho a exigencias de grupos de poder.

Pobre Acapulco.