Pedro Santos Galván y Cándida Bartolo Santos son jefes de una familia que ha rescatado la herencia artesanal que dejaron sus ancestros del tejido de palma en esta localidad de la zona Centro de Guerrero y lo han logrado con éxito, pues sus hijos y nietos han aprendido de este arte que estuvo a punto de perderse hace menos de una década.

El Troncón es una localidad del municipio de Tixtla, donde habitan poco más de 500 personas y su actividad económica principal es la siembra de maíz de temporal, fríjol y calabaza; con actividades complementarias como la cría de aves, puercos y en menor medida de ganado vacuno.

De manera complementaria una parte de la población y en menor medida se dedica a la producción de mezcal y el tejido artesanal de la hoja de palma, labor que realizan cuando terminan sus labores en el campo y que son sus ratos libres.

Hace menos de una década el tejido del capote de campo (un impermeable hecho a base de hojas de palma) estuvo a punto de perderse y don Pedro retomó los recuerdos que le enseñaron sus padres y sus abuelos para retomar esa tradición, “es un impermeable natural tejido de palma, ya se me había olvidado y lo tuve que aprender de nuevo a tejerlo”.

En el patio de su hogar en El Troncón, don Pedro detalla que esos capotes los utilizaron sus abuelos, sus padres, “hasta yo cuando nos íbamos al campo y nos servía para protegernos de la lluvia, porque son muy ligeritos y fáciles de llevarlos a las labores del campo; se pueden ocupar hasta para que uno se acueste como un petate”.

Santos Galván dio a conocer que también en los últimos años ha recibido pedidos de tejer capotes para la danza de los Zoyacapoteros que se baila en los festejos a Santa Ana en Mochitlán; otras personas hacen pedidos para adornar sus casas de un recuerdo del capote que algún día sus padres o abuelos utilizaron para protegerse o descansar en los sembradíos.

Informó que para tejer un capote se tarda una semana, “lo hacemos en nuestros ratos libres, después de llegar del campo y nos tardamos una semana en terminarlo; para una persona adulta el costo de un capote es de 500 pesos y de un niño 250 pesos”.

Con orgullo indica que la tradición de tejer esos capotes la rescató, “lo hacían mis abuelos, mis padres y se iba a perder, pero tuve que recordar para volver a mantener esta tradición y ahora con orgullo puedo decir que mi hijo y mi nieto ya saben tejerlos, no se va a perder esta tradición en El Troncón”.

Pedro Santos Galván, “para mi es una enseñanza que dejaron mis abuelos, eso es sagrado para mí, para mi familia y que no se debe perder; es una reliquia, un tesoro, una herencia que nos dejaron mis ancestros”.

Cándida Bartolo Santos, esposa de don Pedro explica que para elaborar un sombrero primero se tiene que recolectar la palma en el campo, se hierve, se seca y se lava, se pasa por agua caliente para blanquear la palma; se separa la palma: una para el tejido del sombrero y otra (la más gruesa y ancha) para el ribete que lleva cada sombrero”.

Detalla que puede ser con el color de la palma natural o del color que el cliente escoja y hasta puede pedir que se le coloquen unas letras en el sombrero y mostró unos sombreros de colores que acababa de terminar por encargo de una madre de los 43 normalistas desaparecidos en Iguala en septiembre del 2014.
Doña Cándida indicó que para escribir las letras en el sombrero “es más difícil, tienes que ser muy acertada o tendremos que repetir el proceso varias veces” y se ríe porque recuerda que para elaborarlas tuvo que aprender por una tarea que le dejaron a sus hijas en la primaria, “me costó mucho trabajo, pero lo logré y ahora es parte de mi trabajo cotidiano”.

Al igual que su esposo, informa que para dedicarse a tejer primero tiene que cumplir con las tareas del hogar, llevar el almuerzo o la comida al sembradío donde siembra y cosecha su esposo, “en mis ratos libres me dedico a tejer, es algo que tenemos en nuestra familia, mis hijas, mis nueras, mis nietos ya saben tejer” dice con orgullo.

Abundó que en el arte de tejer, elabora sombreros para la danza de Los Tlacololeros, de diseño especial que pidan sus clientes, canastos para tortillas, abanicos, escobillas para limpiar el comal de barro, abanicos, “se cansa uno mucho tejiendo, es difícil, pero la familia no quiere que se pierda esta tradición que heredamos de nuestros abuelos, de nuestros padres y que es un orgullo tejer palma” finalizó.