María Sonia López Navarrete
El nombre de la película nos remite a un condado conflictivo de Estados Unidos, que, junto con el barrio Logan, evoca zonas de alta violencia. Sin embargo, la diferencia radica en que esta historia se desarrolla en una importante ciudad de Francia: Marsella.
Se trata de una película de acción que muestra la delgada línea que existe entre los buenos y los malos. La cinta tiene como protagonista a Jean Reno, quien prácticamente presta solo su nombre para darle un atractivo adicional al filme, con algunas contadas apariciones a lo largo de la historia.
El argumento de la película guarda una gran similitud con la situación actual en materia de inseguridad y violencia en nuestro país. Solo es cuestión de cambiar los nombres, y podríamos asignar los roles de los personajes a los jefes policiacos mexicanos. El tejido social que se muestra tiene como coprotagonistas a jóvenes en moto que asesinan sin contemplación, inmersos en una vorágine de violencia que no parece tener fin; por el contrario, escala constantemente, exacerbando los horrores que un ser humano puede infligir a otro.
Aflora un materialismo económico donde el dinero se convierte en moneda de cambio, como forma de vida para alcanzar lo inalcanzable, sobrevivir o morir. Según el vox populi: “mejor morir joven con dinero que viejo y pobre”. En la cinta se impone este pensamiento; los personajes, al fin humanos, terminan fusionándose con aquello que combaten. Las relaciones personales rozan lo extramarital, los vicios y la corrupción, trastocando su labor profesional: perseguir a los llamados, aquí en México, “generadores de violencia”.
En suma, la problemática tratada en la cinta es la misma que enfrentan diferentes países. Solo cambia el contexto geográfico y los personajes (altos mandos, policías callejeros, jóvenes sin preparación reclutados por grupos criminales). Tristemente, vemos cómo el ser humano ha llegado a niveles exponenciales de violencia, pero siempre se regresa a lo mismo: violencia exacerbada. El catalizador: las drogas. El objetivo: el dinero.
Me pareció una película bien lograda; las escenas de acción están muy bien realizadas y las actuaciones son convincentes. Los actores se desempeñan con solidez en sus respectivos personajes.
En esta cinta no hay héroes, sino antihéroes que han perdido su condición de justicieros. El final de la película es muy claro: toda acción conlleva una consecuencia, y siempre habrá alguien más fuerte. Es una especie de relevo delincuencial en ambos bandos que no tarda en brotar y darse a conocer. Se cierra un ciclo de algún cártel y emerge uno nuevo… y así continúa la historia en la vida real.
