David Martínez Téllez
Octubre presenta dos símbolos. Su luna y el 68.
En el 68 se celebraron, también, los Juegos Olímpicos.
El 68 develó la dictadura del PRI. Para detener la protesta estudiantil se utilizó al ejército.
La manifestación de educación superior incitó la incorporación de éstos al ámbito político-administrativo y al incipiente reconocimiento de la “izquierda” en lo político.
La expresión estudiantil removió la pedagogía académica en el nivel medio superior con la creación de los CCH (1971) y en la educación superior con la UAM (1974).
Sentó las bases de la participación juvenil en la política y en la vida escolar. El nuevo profesionista es activo; en el pasado era pasivo.
Esta cualidad de cuestionador en todos los ámbitos se fue perdiendo en lo eficaz y se conserva en discurso. Lo que hoy se le conoce como benditas palabras.
El legado real del movimiento estudiantil del 68 es la lectura de diferentes textos. Asunto que nadie o pocos retoman.
La lectura persigue la formación sólida de argumentos y con ello el objetivo supremo que es un criterio propio. Que nadie te diga qué pensar, ver o escuchar -en cualquier actividad del ser humano-.
Dejar de tomar en cuenta las recomendaciones de best selers o premios nobel u óscares o arieles. Que sea el propio individuo que se diga a si mismo cuál es la obra que le parece mejor.
Sin embargo, para llegar a ese nivel se requiere de mucha lectura y de preferencia de diversos autores. También observar demasiado cine.
En esencia esta es la mejor herencia de la muerte de cientos o miles de estudiantes del 68: la lectura.
La lectura ofrece la posibilidad de plantear argumentos y nuevas manifestaciones del pensamiento. Pero…
Veo con preocupación que nuestra sociedad depende de las ideas de una sola persona. Tienen la esperanza de que ese “líder” les resuelva su futuro.
¿Acaso será flojera? O como dijera Octavio Paz idiosincrasia de medianía. Y, porqué no, mansedumbre luego de una conquista de hace más de 500 años.
El 2 de octubre no se olvida por la masacre; pero tampoco se aplica el nuncio maravilloso de poseer, adquirir y hacerse propio de otras maneras de concebir el mundo.