De unas semanas a la fecha varios países latinoamericanos, y de otros continentes, se han visto envueltos en revueltas populares y violentos movimientos sociales de protesta originados por diversos motivos pero con un común denominador: la ira social no tiene preferencia ideológica.

Veamos:

En Ecuador, el retiro del subsidio y el consecuente aumento de los precios de las gasolinas, decretado el 3 de octubre anterior, desató una violenta reacción popular que durante diez días puso de cabeza al país y obligó al gobierno a dar marcha atrás a las medidas económicas que provocaron las iracundas movilizaciones, y que, hay que decirlo sin tapujos, hicieron tambalear al presidente ecuatoriano Lenin Moreno y casi causan su caída.

Si tarda unos días más en recular, Moreno estaría en estos momentos sin silla presidencial.

En Chile todo comenzó como una protesta de estudiantes por el aumento del pasaje del Metro en Santiago, la capital chilena, alza que se anunció el 6 de octubre. Aunque el gobierno de Sebastián Piñera dio marcha atrás al aumento del pasaje del subterráneo, las protestas crecieron al punto de un estallido social con cacerolazos y con la participación de gente de todas las edades y clases sociales. Piñera decretó el estado de excepción y toque de queda, medidas que lejos de apaciguar los ánimos exacerbaron la furia de los chilenos, que hasta el momento han causado la caída de casi todo el gabinete piñerista.

El mandatario chileno ya no sabe qué ofrecer para calmar la ira de los chilenos. Ofrece el moro y el oro, pero la furia no cesa. Previsiblemente crecerá en las próximas horas y días.

Bolivia es el otro ejemplo de cómo la violencia surge de un simple chispazo y se convierte en una gran conflagración. El 20 de octubre anterior se realizaron elecciones presidenciales que dieron como ganador a Evo Morales, que gobernaba ese país sudamericano desde hace 14 años. Su adversario, el expresidente Carlos Mesa, quien por cierto es periodista, alegó que hubo fraude electoral y convocó a sus partidarios a denunciarlo y a no aceptar los resultados.

Las protestas de la población crecieron con tal velocidad y furia como el fuego en una pradera seca.

Intervino la Organización de Estados Americanos (OEA) para auditar y revisar los resultados de la elección y sostuvo que estuvo viciada. Que hubo fraude electoral, pues.

Esta declaración de la OEA fue como echarle gasolina al fuego y las protestas llegaron a tal nivel que tanto la policía como las fuerzas armadas dejaron de obedecer al presidente Evo Morales y le pidieron que mejor renunciara.

Evo Morales ayer por la mañana dijo que convocaría a nuevas elecciones pero solamente unas horas después anunció que renunciaba y abandonaba la Presidencia. Así, en menos de un mes, caía el hombre que se había convertido en el presidente que más tiempo ha gobernado en la historia de Bolivia.

Muchas enseñanzas a los ciudadanos, y a quienes están en el poder, dejan los acontecimientos registrados en esos tres países hermanos.

Las analizaremos en los próximos días en este mismo ASOLEADERO.

Mientras, reflexionen lo que está sucediendo en nuestro país.