Por R. Salgado L.

Durante los diversos periodos de gobierno que registra la historia política del país, los mandatarios procuran delinear las políticas públicas tratando de orientarlas  bajo su particular  concepción y con la idea de que la huella de su paso en esa responsabilidad mantenga características y especificaciones propias.

Bajo esta premisa, hay quienes mantuvieron conductas de evidente prudencia, sensatez y responsabilidad; otros que nunca supieran afrontar su realidad y cómodamente disfrutaron de sus ocasionales y fortuitos éxitos, atribuyendo las adversidades a sus antecesores; sin embargo, también hubo quienes la fatuidad, el desorden y la frivolidad, hicieron fácil presa de ellos.

Por sobre todas las circunstancias acontecidas, el ritmo, el crecimiento y el desarrollo de este país, ha dependido en gran medida de los altibajos asumidos por las actitudes de estos personajes y que hoy el juicio severo en la conciencia de la ciudadanía les reserva la calificación y que solo la historia podrá ubicarlos en su justa dimensión.

Así como ha ocurrido en el devenir nacional, en Guerrero se han advertido casos que pudieran ser clasificados en cualquiera de las tres consideraciones anteriores, sobre todo y de manera particular habría que destacar la convincente confesión de un gobernante que hace frente a la realidad y no le da la espalda a los problemas, si no que los afronta con singular firmeza y dignidad.

Guerrero ha vivido en los últimos años ambientes tensos y de elevada complejidad por circunstancias y fenómenos multifactoriales que han obligado al quehacer del ejercicio de gobierno, a una exigente e insoslayable tarea de alto compromiso y de delicada responsabilidad, de esfuerzos intensos y de una mayor capacidad para no dejarse rebasar por los cada vez mayores retos y desafíos.

Fue valiente la confesión del gobernador del estado del pasado día 31 de octubre, cuando afirma: “los problemas que van surgiendo en Guerrero son mi responsabilidad y debo resolverlos y atenderlos”, y subraya con singular atingencia: “atenderlos sin andar echando culpas a nadie”.

Asevera en otro momento: “no acostumbro echar culpas a nadie, cada vez que me duele algo o que siento que es muy complicado, lo primero que hago es recordar que yo quise ser gobernador y para eso busqué ser gobernador”.

Remata con singular entereza: “es muy desafortunado que cuando uno tiene enfrente los problemas, esté viendo la manera de como escabullirse”.

Estas reveladoras expresiones denotan la presencia de una autoridad que ha dejado la comodidad y la fastuosidad, para ejercer con serio compromiso el de gobernar con firmeza y responsabilidad, consciente de que la palabra empeñada con la ciudadanía es de mantener y sostener la confianza con sus gobernados.

La tarea de gobernar en tiempos de alta complejidad social, política y económica no ha sido fácil, particularmente en Guerrero, en donde las graves y lacerantes condiciones de marginación y pobreza han resultado ser la atadura más desafortunada para el desarrollo de la entidad. Por encima de estas históricas adversidades, golpean severamente a nuestra sociedad la inseguridad y la violencia como fenómenos y lastres que han impedido la paz y la tranquilidad de nuestros pueblos.

Las delicadas circunstancias prevalecientes no se han ocultado como tampoco se han ignorado, ha sido evidente la actitud resuelta, franca, decidida, del Ejecutivo del estado, quien ha estado firme al frente de la problemática que vive el estado, y por encima de las limitaciones, de las dificultades que ha representado la transición política, ha buscado por todos los medios adaptarse a la nueva configuración del sistema federal de gobierno y ha sorteado con sencillez y eficacia los retos que significa la prevalencia de la gobernabilidad.

Es indudable que la actitud asumida por el Ejecutivo del estado ha sido de franca y honesta firmeza, no elude responsabilidades, como tampoco señala omisiones o irresponsabilidades buscando culpables o lanzando pretextos para eludir los particulares compromisos que le implican como el de ser gobernador de los guerrerenses.

La confesión responsable del gobernante habla por sí misma de la calidad moral y política de quien coordina hoy los esfuerzos del pueblo de Guerrero.