Sadyhel Astudillo

Un tema bastante frecuente con respecto al inicio de cada ciclo escolar –en niveles formativos principalmente— es la problemática que se les genera tanto a padres como a docentes con respectos de dejar a los hijos de los primeros con los segundos. Llantos, patadas, golpes, regaños, palabras altisonantes, “amenazas”, jalones de pelo y/u orejas, entre un largo etc., es lo que podemos ver durante cada año al inicio del periodo de clases. Contados y muy bien recibidos niños deben de ser los que “aceptan” ir a la escuela sin hacer un berrinche o pataleta de por medio.

Si bien el cómo reaccione el niño depende de muchísimo factores como el apego a sus padres (o tutores), las actividades y el horario que tenía en vacaciones, la distancia de su casa a la escuela, la cantidad de tiempo que tiene que despertó, si pudo comer algo o no en casa, entre otras, pero la gran mayoría de estas situaciones pueden ser controladas, evitadas o apaciguadas por los mismos padres.

Una vez superada la fase y con el paso de los días los niños se van acostumbrando a ese ritmo, van conociendo y haciéndose amigos entre ellos y también van mostrando su “forma de ser”. Los maestros comienzan a identificar –o etiquetar- a sus alumnos como el atento, el puntual, el que siempre participa, etc., así como sus contrapartes, el flojo, el que solo platica, el impuntual, el grosero, etc. Entonces surge una frase dicha varias veces por parte de la mayoría de los profesores hacia los padres de familia: “A los hijos se les educa en casa y se refuerza en la escuela”.

Ante esta “sentencia” muchos padres se molestan, ya que en la mayoría de los casos son padres que trabajan y no tienen el tiempo de cuidar y educar a sus hijos como es debido o como ellos quisieran, y las vacaciones –si es que tienen- las ocupan para descansar. Lo mismo ocurre cuando el niño lo cuida la ama de casa, ella se encarga de quehaceres y labores domésticas y no puede educar al niño más allá de formar un lazo emocional con él (dicho lazo es el que provoca el llanto al momento de la separación), a lo que los padres responden de distintas formas, pero temas similares a: “Mi trabajo no me lo permite” o “Ese es su trabajo”.

Ahora bien, no es mi intención llevarle la contraria a la mayoría –padres de familia-, pero en este caso el profesor tiene razón. El hecho de saber comportarse con gente nueva, ser disciplinado cuando no están los padres, poner atención, no ser grosero y un largo etc., son temas, hábitos y valores que son forjados en casa, que los padres deben de inculcar a sus hijos y pregonarlos con el ejemplo, más no pensar que en la escuela además de enseñarle temas académicos, le enseñen modales y comportamiento.

Ante la afirmación anterior se tienen textos y propuestas “pedagógicas” que fueron escritas y promulgadas hace más de dos mil años, épocas tan remotas que cuando nos referimos a ellas agregamos al final del año: antes de Cristo. Grandes pensadores y filósofos como Aristóteles y Platón pregonaban que, antes de que un niño asistiera a una Academia o Liceo, este ya debería de tener inculcados buenos hábitos en general, de comportamiento, de higiene, de atención, así como la realización de ciertas tareas domésticas que su edad le permitiera hacer, de esta forma se aseguraban que en la escuela se enfocara a aprender temas académicos más no a lidiar con su comportamiento.

Para ejemplificar lo anterior, recordemos los casos de los chicos que son más sobresalientes en la escuela, por lo general son niños disciplinados y ordenados los cuales antes de entrar a la escuela recibieron instrucciones y consejos por parte de sus padres que eran puestos en práctica antes de entrar a clases o en su caso acudían a escuelas “iniciales” antes de ingresar al preescolar, donde también se encargaban de generarle buenos hábitos. No eran chicos que se despertaban a la hora que querían y que se la pasaban jugando todo el día. Así que mencionar que eso fue hace mucho tiempo no es correcto, ya que hoy en día siguen teniendo valides dichas propuestas; si, quizá se han modificado un poco, pero su idea principal es la misma.

Con respecto de las razones/pretextos que tienen los padres para no educar a sus hijos; se deben hacer sacrificios, ver su rutina diaria y sacrificar una actividad para que puedan dedicarle por lo menos una hora al día a la formación de sus hijos. Mejor aun cuando ambos están juntos, el padre y la madre, ambos pueden organizarse y llevar de mejor manera el crecimiento de los niños, vaya hasta los hermanos mayores puede aportar, el punto es darle una formación al niño para generar bueno hábitos que logre mantener y reforzar en su crecimiento y en su paso en los niveles académicos. Si se tiene la intención y se es constante, cualquier meta se puede alcanzar, que mejor si esa meta es formar el carácter de un hijo.

Por último, las personas que están camino a ser padres, es una situación que debe ser tomada con la seriedad que lo amerita y por lo tanto debe ir “preparando la cancha” para asegurarse de que el entorno tanto social, físicos, económico, etc., donde crecerá su hijo sea el idóneo. Tener un ambiente favorable y un buen seguimiento durante su crecimiento nos asegurara que crecerán siguiendo una buena brújula moral para volverse buenos ciudadanos.