Por R. Salgado L.
Resulta lamentable para todos que el generoso programa del fertilizante esté contemplándose como un severo fracaso, y quienes así lo consideran, puede que tengan suficientes elementos de sustentación, que logren ser demostrados en una seria, firme y realista evaluación, que permita asumir responsablemente los resultados sobre las deficiencias y desaciertos en su operación, y poder tomar con tiempo las providencias para evitar otro posible fracaso para el año 2020.
Existieron claras evidencias de los múltiples factores que contribuyeron a la ineficiencia en el proceso de la aplicación de este generoso e importante apoyo al sector más vulnerable de la sociedad:
Expedición extemporánea de la convocatoria, con requisitos y exigencias complejas para los hombres del campo.
Deficientes esquemas de planeación para la operación, la capacitación, distribución y las resentidas desconfianzas hacia los operadores con experiencia.
Caprichoso interés en el propósito de crear un nuevo padrón de beneficiarios, tratando de partir de cero, cuando los tiempos hacían casi imposible tenerlo en tiempo y forma.
La creación de una nueva estructura con gente desconectada del campo de Guerrero, dejando por fuera a los técnicos regionales de SAGARPA, ahora SADER, a presidencias municipales, comisariados ejidales y comunales.
Desapego, desinterés y desconfianza en el Gobierno del Estado, quien contando con la experiencia mínima de 4 años, había venido sorteando con cierto éxito este delicado programa.
La incorporación de cientos de jóvenes “servidores de la nación”, quienes seguramente haciendo los trabajos con buena fe y genuina voluntad, contaban con inexperiencia y sin vínculos con las comunidades.
La autosuficiencia y soberbia actitud de algunos servidores públicos federales.
La prevalencia de una inveterada desconfianza, acabó por apartar egoístamente la colaboración experimentada de instancias estatales.
Estos y muchos otros factores dieron como resultado la desesperación, la angustia y hasta frustración de los productores, quienes han manifestado su inconformidad a través de diversas acciones que lamentablemente han trastocando la tranquilidad del estado.
Habría que admitir que el daño está hecho y que ahora es momento para revisar con rigor, prudencia y sensatez, lo que pudiéramos remediar para que el proceso de dotación del fertilizante logre cumplirse al 100% como lo prometió el presidente, y hacerle el planteamiento serio y realista de lo sucedido, hablarle con verdad y reconociendo el grado de responsabilidad que corresponde a cada quien; de igual forma, la presentación de un programa emergente que atienda las insuficiencias que se arroje al final, para tratar de resarcir los efectos y las consecuencias de este desaseado programa.
No se debe continuar por la vía del escandaloso descrédito y de lanzar acusaciones estériles pretendiendo encontrar culpables y en el interés insano de ocultar ineficiencias y errores, como tampoco dejar de ignorar el empeño y voluntad que el Gobierno del Estado ha asumido desde los inicios del programa, involucrando a todos sus servidores públicos y presidiendo frecuentes sesiones de trabajo para sentar las bases del control, orden y adecuado desarrollo del proceso. Sería injusto no reconocer este esfuerzo.
La compleja situación que vive del país nos obliga a no abonar a la descomposición política y social entre los guerrerenses, por el contrario, debe evitarse la confrontación, el odio, el rencor y evitar caer en el deterioro y desgaste de nuestras instituciones; debemos asumir con justicia y responsabilidad nuestro compromiso con los más pobres del país, quienes hoy resultan ser los más perjudicados. Si como se dice, de 19 municipios que conforman la región Montaña faltarían 15 por recibir el insumo agrícola, pues estaríamos en la confirmación de estar fallando a la consigna presidencial: “Primero los Pobres”.
La evaluación definitiva habrá que observarla en la etapa de la cosecha del maíz, de donde habrán de derivarse con contundencia los resultados; consecuentemente, no debemos admitir a priori la “repartición de culpas” y esperemos que responsablemente se asuman las consecuencias que correspondan, afrontándolas con dignidad y valentía.