* ¿Guardia Nacional amotinada?
Felipe Victoria
Felicitaciones a los vecinos del Norte por otro aniversario de su Independencia el 4 de julio de 1776, y que tengan un presidente como míster Donald Trump es porque ellos lo eligieron y al parecer los tiene satisfechos.
El entusiasmado equipo de ayudantes de Alfonso Durazo Montaño y Olga Sánchez Cordero, que muy ufanos organizaron su evento faraónico para beneplácito del presidente López Obrador, se han llevado el primer trancazo a su arrogancia e inexperiencia por subestimar la dignidad de la tropa policiaca.
Creyeron que tan solo porque se trata de la gran ocurrencia presidencial de revivir un proyecto de mediados del Siglo XIX, cuando Mariano Salas e Ignacio Comonfort decretaron la Guardia Nacional, que poco tiempo funcionó, iban a sacar el buey de la barranca de este milenio, pero se toparon con la realidad.
En cuestión policiaca no se puede jugar a inventar estrategias desde el pizarrón careciendo de experiencia en el oficio real tan complicado y peligroso. Donde las tropas por mucho que necesiten la chambita, tienen derechos laborales adquiridos y sobre todo dignidad.
¿Cómo creyeron que aceptarían condiciones y salarios menores por ocurrencia de los neófitos nuevos jefazos, que ni idea tienen de cuánto pesa el equipamiento y a qué sabe la mezcla del miedo y la adrenalina cuando se arriesga la vida?
Soldados y marinos están entrenados y condicionados a obedecer lo que sea sin chistar, pero los civiles metidos a funciones policiacas no, y no parecen dispuestos a doblar las manos fácilmente sin que los escuchen, no son marionetas de trapo sin sentimientos ni derechos.
La nave de la Guardia Nacional fracasa sin zarpar todavía, los tripulantes obligados recurren al motín para que no ocurra una tragedia como al Titanic.
Un civilón entre tantos militares nunca será obedecido y sí entorpecido; se ve más fácil que tuvieran que relevar al secretario Alfonso Durazo que prescindir de miles de policías que no se van a doblegar.
Mal y de malas el arranque de la Guardia Nacional que todos los que lisonjean al presidente López Obrador, ya aplauden, e inflan como sapo a la dependencia.
Cambiar de opinión es de sabios y recular a veces es imperativo.