* Cuando el encanto se pierde
Felipe Victoria
Por casi siete décadas los mexicanos se acostumbraron al PRI como partido hegemónico, pero los asesinatos de 1994 hicieron que le perdieran la fe y confianza.
Por eso para el 2000 optaron por darle la oportunidad al tradicional opositor PAN, moderado y guadalupano, en vez de al rijoso PRD de Cuauhtémoc Cárdenas, plagado de expriístas.
La transición Zedillo-Fox fue tersa y de no ser por los excesos de su jefa Martha Sahagún, el señor de las botas hubiera salido bien librado, dejando el mando a “su hijo desobediente” Felipe Calderón Hinojosa, quien desde el principio perdió la brújula fingiendo una guerra contra el narco que costó muchas vidas y fortaleció el imperio de los traficantes a gran escala.
Al pueblo dicen que no se le engaña, pero en 2012 el “nuevo PRI” lo embaucó con el carisma de la pareja de diseño que fabricó Televisa, con la bella actriz Angélica Rivera y el guapérrimo de Atlacomulco, Peña Nieto, pero lo voracidad e impunidad dieron al traste; el pueblo harto de priístas y panistas, decidió darle el voto al tenaz y honesto Andrés Manuel López Obrador, que rugía como tigre contra la corrupción y los corruptos, justo lo que la gente agraviada esperaba.
Hace un año conquistó AMLO la presidencia por fin y su gobierno arrancó hace medio, pero se le olvidó a él que los directores de orquesta necesitan músicos profesionales que sepan leer el pautado, dominar sus instrumentos y obedecer con precisión la batuta, de lo contrario los conciertos resultan imposibles.
López Obrador fijó reglas de su neojuarismo y austeridad republicana, pero la mayoría de subordinados no las entendieron ni acataron; de hecho, le juegan las contras.