¿Reajustes obvios?
Felipe Victoria
Porfirio Díaz, el dictador viejo y cansado pero muy sensato, logró pactar deja llegar con vida a Madero para las elecciones de noviembre de 1911, a cambio de inmunidad total y rendirle honores en su despedida por Veracruz, en el Ipiranga.
¿Qué pasó ahora en México entre el aguerrido candidato que vociferaba contra la corrupción y los miembros de la mafia del poder?
Los 30 millones de mexicanos que votaron por AMLO hace un año, creyeron que por lo menos a Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y a Carlos Salinas les iba a dejar caer todo el peso de la ley obligándoles a reintegrar al erario púbico los caudales saqueados durante sus administraciones.
Pero resultó que, midiéndole bien el agua a los camotes, era posible una reacción violenta de esos personajes, ayudados por las narcomafias que consintieron y se escenificaría una cruenta guerra de consecuencias insospechadas, o un atentado, y la mejor opción saludable fue entonces pactar de antemano la paz y la inmunidad con impunidad.
A unos solamente les quitó sus jugosas pensiones y contra los narcos ordenó suspender persecuciones: abrazos en vez de balazos, con su cristiano estilo del perdón y olvido.
A un año de que comenzó a gobernar México de hecho, hay mucha gente contenta con él, otra resignada y callada, pero no son pocos los inconformes que reniegan, se burlan en las mañaneras y le faltan al respeto, sobre todo en las redes cibernéticas. ¿Mal balance?