ISAÍAS ALANÍS

Cosas de la historia: ¿cambios en el PRI?

Hace ya algunos años al inicio de la década de los noventas cuando me desempeñaba como servidor público en el gobierno de Morelos, nos tocó intervenir directamente en la primera experiencia de una selección de candidatos por consulta a la base de la militancia priista. Como grupo compacto cercano al entonces gobernador Antonio Riva Palacio, teníamos un punto a nuestro favor: meter las manos en el proceso e intentar limpiarlo.
Sí, en la década de los setentas en Morelos hubo un levantamiento de la base priista en contra del dedazo y en el 65 por ciento de los municipio de entonces, tras una revuelta de la militancia se hicieron cambios sustantivos, colocando en presidencias municipales, sindicaturas y regidurías a auténticos representantes del pueblo y el candidato a gobernador, Armando León Bejarano, por poco y cae también. Fungía como presidente del PRI Porfirio Muñoz Ledo y la militancia priista mostró el músculo opositor al todopoderoso dedazo.
Con esos antecedentes, la consulta a la base priista tenía que regirse bajo estrictas reglas de transparencia, el experimento se realizó siendo presidente Carlos Salinas de Gortari y sus ínfulas de convertirse en dictador de México. El punto es que, pese a discursos y buenos oficios del delegado nacional comisionado para llevar a cabo la consulta a la base para elegir candidatos en comunión con la dirigencia estatal, se diseñó una estrategia para el proceso de credencialización en los comités seccionales de Morelos, se planificó de acuerdo a las estrategias del entonces todo poderoso PRI para poder llevar a la militancia a las urnas. Fue un experimento que nació desigual. Los intereses del presidente del Comité Estatal y Nacional se fundieron y armaron un complejo ejercicio electoral interno: comenzaron a favorecer a los precandidatos elegidos previamente. Hubo protestas y ante el calentamiento de líderes, mujeres y hombres de la política morelense comenzó una guerra de alta intensidad en la que actuales y pasados actores políticos se vieron envueltos. En algunos casos, el presidente estatal no enviaba las cámaras fotográficas para la credencialización a sectores en manos de otros candidatos. Fue que optamos por comprar cámaras y entregárselas a los comités que eran sacados de la jugada. Comenzó otra guerra en vez de una elección interna de la militancia. Los viejos trucos salieron a flote, lo bueno es que todos los conocían. Las mismas trampas que aplicaban contra otros partidos menores, como el naciente PRD, al intentar ponerlos en práctica, de inmediato eran detectados y anulados. Se formó un desgarriate, al extremo que un grupo tomó por asalto la oficina de Acción Electoral donde se deberían realizar la credencialización y enderezar los padrones que habían sido cruzados; día y noche un equipo de mujeres y hombres se dieron a la tarea de sacar adelante el proceso que no se lograría hacerlo con limpieza.
Este ejercicio que no cuajó, lo veo retratado en el actual proceso. La renuncia de José Narro, no es extraña, como la de muchos priistas. El exrector de la UNAM y ministro de salud con EPN, afirma: “la trampa está en el padrón, el crecimiento desmedido de nuevos afiliados en Coahuila, Ciudad de México, Campeche y Oaxaca… que serán llevados a votar por quienes llenarán de vergüenza al partido”. (La Jornada/20/junio2019)
Esta declaración, ¿es la de un dolido por no ser elegido por el expresidente EPN y los gobenadores que han hecho equipo? Narro cuestiona que “no hablan con la verdad”. ¿Durante cuantos años de militancia bajo la regla de la disciplina partidista, Narro mintió? Hizo un tibio llamado: “que aguanten hasta que ya no aguanten, como a mí me sucedió”. La quebradura previa al ejercicio priista del 11 de agosto para renovar su dirigencia se da en medio de una reyerta legal por la “Oparación Zafiro” en contra del ministro Eduardo Medina Mora, mediante la cual se entregaba dinero para campañas del tricolor desde la arcas nacionales, cosa que no es nuevo, al contrario es una vieja práctica institucionalizada, y en el mundo real a Peña y miembros de su círculo cercano, no se les va tocar, debe existir un acuerdo soterrado.
Hay que destacar que el PRI ha sido el referente de los demás partidos, su ADN se encuentra en casi todas la organizaciones políticas. El intento de Carlos Madrazo por cambiarlo, no fue posible, lo bajaron de la nube con todo y avión. Tuvo que arribar la inteligencia y acción de Porfirio Muñoz Ledo, quien con otros intelectuales crea la corriente crítica del PRI, y al romper con el partido de Calles, nace el Partido de la Revolución Democrática. Cuauhtémoc Cárdenas fue la bandera, por eso el hijo del Tata se mantiene “quieto” aunque las llamas le lleguen al pezcuezo por su hijo Lázaro Cárdenas Batel. El PRI es el referente ordenador de la vida política nacional, por eso no es extraño que ahora en medio de señalamientos de corrupción demostrada en una veintena de exgobernadores, los esbozos críticos de Narro son más bien de relumbrón que de un cambio real. ¿Podría democratizarse el PRI como expartido de Estado? Andrés Manuel fue un político nacido en las filas del PRI, y en ese entonces solo había un partidazo del carro completo y la disciplina partidista hoy a prueba de modificar su ADN monolítico al lado de los otroros poderosos sectores: CTM, CNC, CNOP, etc. A estas alturas del partido que tiene a México rendido y arrodillado por la política de sumisión practicada hacia EEUU, la renovación de la dirigencia nacional del tricolor se ve muy opaca. Tiene gobernadores, diputados, pero la realidad es que el desprestigio es mayúsculo en el imaginario nacional, pero algo pueden hacer y aguantar otro periodo con una dirigencia nacional que no coordina al comité de su calle y mucho menos al comité seccional de su colonia como es el caso del primer chafirete uberiano Enrique Ochoa Reza.