R. SALGADO L.
El programa del fertilizante significa y ha significado el más poderoso y vital apoyo para el Campesinado Guerrerense.
En sus inicios, en el año 1993, se implantó como requerimiento básico, que contemplaba el aseguramiento alimentario de primer orden para la clase más marginada del Estado, pues constituía y sigue constituyendo el producto elemental para supervivencia y medio de sustentabilidad de autoconsumo al alcance más próximo del productor.
Es incuestionable que las casi 454 mil hectáreas susceptibles para sembrar en la entidad, durante toda su historia, ha sufrido desgastes el suelo natural para el cultivo; en consecuencia, el fertilizante ha sido de fundamental apoyo a la clase campesina para mejorar la producción y elevar su condición de vida.
La implantación del programa hace 26 años no resultó fácil y el periodo de consolidación, tanto del padrón como el proceso de distribución fue acuciosamente ajustándose, procurando involucrar a diversos actores, desde Comisarios, Comisariados Ejidales, Presidencias Municipales e Instancias Gubernamentales como la Secretaria del ramo, la General de Gobierno, la Contraloría del Estado, dándole un firme seguimiento por el Ejecutivo del Estado.
Durante los años subsecuentes, se mantuvo un cercano seguimiento y una evaluación permanente, pues los padrones exigen de depuración permanente y los mecanismos de distribución se analizan con suficiente anticipación. La dotación del fertilizante nunca ha sido tarea fácil, pero si reclama de esmerados trabajos de planeación, de organización, de una amplia disposición y confianza mutua entre todos los involucrados.
Este año ha resultado sumamente problemático, desvertebrado y con escépticas expectativas. Sin embargo, hay una sola e inexplicable circunstancia: la grave e inveterada desconfianza que ha prevalecido en los actores designados como responsables del programa por la Presidencia de la Republica. Surgieron vicios de origen desde la publicación de la convocatoria, con retraso y con impositivos requisitos que estuvieron fuera del alcance del campesinado y o0bligandolos a traslados burocráticos innecesarios en búsqueda de poder cubrir exigencias que denotaban “trabas” para ser sujetos del beneficio
La inexperiencia, la ausencia de humildad y la abierta indisposición a la colaboración, han estado ahorcando el programa y las consecuencias han empezado a manifestarse.
Seguramente la buena voluntad y disposición de la Presidencia de la Republica, no ha tenido eco como tampoco correspondencia.
Es inaceptable que por desconfianza, se eluda la aplicación de un histórico padrón, el que progresivamente se ha ido actualizando y mucho más grave que no se recurra a la amplia disposición del Gobierno del Estado para la coadyuvancia en el desarrollo de este generoso programa.
Hoy, los tiempos se han venido encima y la justificada desesperación de nuestra gente del campo sufre las inclementes consecuencias de la inoperancia y desorganización de los responsables del programa.
La desconfianza que es la primera manifestación de la dañina y caprichosa autosuficiencia, está afectando sensiblemente la paz social en el campo Guerrerense.
Aún pudiera ser tiempo de dejar atrás las arrebatadas improvisaciones; concurrir a una convocatoria urgente, para que por encima de diferencias y egoísmos políticos prevalezca el buen ánimo por contribuir unidos a la solución de un problema que lastima a los más pobres de Guerrero.