* Tífany… una historia de tristeza
* Ruperto… el niño sicario de 6 años
* Los niños “guerrilleros” de Chilapa

Jorge VALDEZ REYCEN

Una bala 9 milímetros disparada a quemarropa bajo el mentón la arrancó de golpe, de tajo, de una vida de pesadilla.
Su cuerpo de apenas 1.58 de estatura fue inhumado esa misma tarde, sin velatorio, ni esquelas. Nadie le lloró, nadie se preocupó. El crimen se sumó a la estadística del índice de homicidios dolosos en Acapulco.
Su historia de tristeza tiene un pasado horrible, donde la violencia sexual asomó en su casa desde antes de cumplir los 15. Conoció el mundo de la mota, las pastas, el chemo, la niña y el arpón, de la mano de quien se suponía la educaría, le brindaría su amor y velaría por su seguridad… y su vida.
Tifanny ya habría cumplido más de 36 años y los taxistas sabían que les pediría los 10 pesos o los 5… El sexo oral sería la promesa a cambio de más pesos.
La mañana que desafió a su verdugo, es imposible reconstruirla, porque no había rutina en su vida, ni en su peregrinar por las calles, por los barrios y las colonias del anfiteatro porteño. Ni 100 días han pasado de su cesantía en esta vida de excesos, de una vida loca… Tifanny murió por traumatismo craneal ocasionado por disparo de arma de fuego. Lo certificó un forense, como los más de mil 600 casos en un año.
Tampoco los que la veían sabían hacia dónde iba. Dónde comía, desayunaba o cenaba. Era un misterio. Subía a un taxi y ya no la veían regresar… hasta otro día y a veces luego de varios días.
La vida de Tífanny se pudo salvar, de haberla llevado a un centro de desintoxicación donde las terapias son costosas, muy caras, pero efectivas. Sin embargo, el daño emocional era irreparable.
Parecía haber asumido una carrera autodestructiva, denigrándose como mujer, psicótica, malhumorada, rijosa… así la vieron tres días antes de que se supo su ejecución.
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Ruperto brincó de un segundo piso a la banqueta de la avenida Ruiz Cortines. Iba a ser golpeado por su madre y por poco se fractura ambas piernas. Tres años después, su abuela se lo llevó a vivir junto con su hermana. Antes amenazó a su “padrastro”. Les das 2 mil pesos a los niños o te vas a arrepentir, amenazó la agresiva sexagenaria. No aceptó la extorsión… y ya lleva 8 años en prisión por delitos fabricados en trata de personas y violación. La venganza se consumó.
Ruperto tenía 4 años cuando jugaba con un triciclo desvencijado en la banqueta. Cuando su abuela se lo llevó, amenazó a la madre: “tú también lo pagarás muy caro”. Cumplirá 12 años de sentencia por la supuesta venta de su hija a un velador de 72 años, que vive prisión domiciliaria.
Rúper creció y la calle lo hizo un despiadado con la vida. Su desprecio hacia todos daba miedo. Lo adoptó la droga como su refugio y “la maña” como su familia.
Su vida estaba marcada en las calles del mercado del Parazal, donde era “halconcito”… luego ayudaba con parte del botín y hasta un juguete se ganaba. Los cerros eran el otro lugar donde pasaba largas horas, nunca lo vieron llorando. Siempre drogado, comenzó a “asistir” a los jales.
Luego desapareció. No supieron nada. Se fue de la vida loca…
Las historias causan asombro. La descomposición social es terrible. Comienza desde la niñez… como los niños comunitarios de Chilapa. Jugando con palos de escoba como fusiles, apuntando a la cámara de video.
Esa es parte de una pesadilla que aquí se asomó en estas líneas. En la televisión con carácter salen imágenes de asaltos a pasajeros, balaceras en la Condesa de la CDMX y asistentes a un bar en Playa del Carmen son rafagueados indiscriminadamente. Historias de horror…
Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.