SADYHEL ASTUDILLO
Tradicionalmente desde que se ha dado la unión de un hombre y la mujer para formar un hogar, la cultura mexicana tiene fuertemente enraizada la costumbre de que el padre de familia es el encargado de proveer para los gastos que esta requiera. Sean médicos, alimenticios, de vestimenta, de ocio, etc. Por lo tanto es el que tiene que salir a cumplir con jornadas de trabajo de lunes a viernes (cuanto menos) para que pueda solventar esos gastos diarios. Debido a ello es que se le dio el calificativo de ser él “cabeza de familia”.
Si bien esto era debido a que anteriormente era el hombre el que tenía más grados de estudios, perfilándose para desempeñar alguna labor social o profesional para poder vivir y tener una familia. Mientras que en el caso de las mujeres, estas se “formaban” para ser madres y amas de casa, pero no por ello su labor era menor. Tenían que educar a los hijos, arreglar la casa, preparar los alimentos, lavar ropa, atender visitas y un interminable etc.
Cabe mencionar que estas “labores predestinadas” no eran porque el hombre fuera más capaz, o por que la mujer tuviera menos interés en lo académico o profesional, ni mucho menos. Era más que nada, porque erróneamente se tenía a la mujer en una posición inferior al hombre y por lo tanto se la asignaban tareas más “sencillas” como el quehacer del hogar y el cuidado de los niños… que vaya, quien realiza esas actividades sabe que es todo, menos sencillo.
Ahora retomemos el título de “cabeza de familia”, recordemos que le fue asignado al padre debido a que es el que labora para conseguir dinero pero, si nos ponemos quisquillosos, recordemos que se eligió la cabeza para designar al “líder” de la familia debido a que es ahí donde se encuentra el cerebro el cual coordina el resto del cuerpo para que funcione correctamente (por ello no se dice hígado de familia o riñón de familia). Pero siguiendo esa misma idea, quien realmente coordina a la familia es el ama de casa, ya que ella es quien tiene el tiempo de hacer el mandado, ir a recoger a los niños, hacer la comida, barrer, sacudir, asignar el gasto, etc., es decir, la encargada de que las actividades normales en el seno del hogar se ejecuten correctamente; por tanto, es la madre de familia la que realmente vendría siendo el núcleo o la cabeza.
Sin embargo, esta colaboración no tiene la intención de quitar o asignar el título de “cabeza de familia” a un género en específico, más bien todo lo contrario.
Románticamente, cuando una pareja se encuentra en su etapa más fuerte del enamoramiento se mencionan que se complementan, que son el uno para el otro, que trabajan mejor juntos, se motivan, etc. Pues bien, ese pensamiento debería de regir durante todo el tiempo que dure su relación, llegando o no a tener familia y repartiéndose equitativamente los deberes. Es decir, no porque uno trabaja, se debe de olvidar de quehaceres domésticos y no porque uno críe a los niños se debe olvidar de tener alguna actividad redituable.
A lo que quiero llegar es que ninguno está por encima del otro, todos somos seres humanos y todos tenemos los mismos potenciales, capacidades, derechos y obligaciones. Ya dependerá de cada uno explotarlas y aprovecharlas, así como darse cuenta en compañía de quien se siente mejor para hacerlo.
Así que olvidémonos de quien manda y quien hace menos, de quien aporta más y quien trabaja menos, dialoguemos, asignémonos tareas y busquemos trabajar de la mano hacia un futuro como una familia y una comunidad mejor.
Y sí, este tema se eligió para dar una enorme y sincera felicitación a todas las incansables madres que este viernes festejaron su día, espero lo hayan pasado de una forma inigualable en compañía de sus seres queridos. Tambien felicito anticipadamente a mi madre María de la Luz Ramírez que la próxima semana cumplirá años. Te amo intensamente mamá y siempre te deseo lo mejor.