Federico Sariñana

—“Señores, les pedimos de fa…”
Fue lo único que alcanzó a decir el diputado Antonio Helguera antes de que una patada atravesara por portón que (supuestamente) resguarda el Congreso del Estado y estuviera a centímetros de impactarlo.
—¡Usté cállese! Son más de lo mismo —le espetó otro sujeto cuya pinta, pese a tener el rostro cubierto, parecía cualquier cosa menos maestro.
— ¿Por qué te cubres la cara? Este amigo viene tomado. ¡Viene tomado! A ver ¿Qué les pasa? — Advirtió el también morenista, Ricardo Castillo Peña, presidente de la Comisión de Educación.
Otro sujeto lo ahuyentó al encender el esmeril con el que destrozaron los candados del portón.
La turba irrumpió.
Helguera, presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo); Castillo Peña y Alfredo Sánchez Esquivel –los tres de Morena—, cabizbajos, solo atinaron a hacerse a un lado. Y detrás de ellos, el personal de seguridad del recinto legislativo.
Sillas, patadas, un rin de llanta usado para apartar espacios en la calle, fueron algunas de las “herramientas” de estos “maestros” en sus “clases” de vandalismo.
Llovieron los reproches contra el presidente Andrés Manuel López Obrador, contra el Congreso y la mayoría de Morena, “por engañarlos” y no derogar totalmente “la mal llamada reforma educativa”.
—Dijeron que sería diferente y son los mismos. —gritó un sujeto mientras aventaba una silla contra una puerta de cristal de la biblioteca para hacerla añicos.
Durante casi una hora, una veintena de hombres con los rostros cubiertos recorrieron las instalaciones del Congreso para destrozar todo lo que quisieron: sillas, puertas, computadoras, mamparas, escritorios, garrafones, curules, cuadros, impresoras, macetas, cafeteras, archiveros, extintores, basureros, teléfonos, papeles, copiadoras, libros, sillones, chapas, vidrios…
Ingresaron al salón de sesiones y, desde la Mesa Directiva se burlaron:
—Tomen sus cubículos, señores diputados. Vamos a abrogar la reforma de Enrique Peña Nieto…
Desde hace unas semanas se generó un distanciamiento entre los diputados de Morena y del resto de los partidos por haberles dado oportunidad a integrantes de la CETEG para hablar en tribuna.
Hoy, el mensaje fue claro: “Vendremos y subiremos a tribuna cuando nosotros queramos, no cuando ustedes nos den permiso”.
—Todo esto lo pagamos con nuestros impuestos —Reprochaba otro embozado quien lanzaba cargadores de computadora y papeles que halló en un apartado de la Mesa Directiva
—El pueblo de México le dio el voto de confianza a Morena y hoy nos ha traicionado al aprobar (sic) la Reforma Educativa tal y como la dejó Peña Nieto. Es una humillación.
Imposible no recurrir a las muletillas acostumbradas:
“Solo favorecen a la oligarquía”, “traidores”, “vendepatrias”, “neoliberales”, “capitalistas”…
Los destrozos seguían.
—Se siente chingón. —Justificaba un embozado ante un reportero que lo miraba despectivamente, luego de que el manifestante no podía, tras varios intentos, arrancar una pantalla de su base en el área de sistemas electrónicos del recinto legislativo.
Tras varias patadas y la ayuda de un compañero, logró su objetivo.
—¡A huevo, putos! —Celebró.
La turba paró casi una hora después cuando y había poco que destrozar. Varios se cansaron. Unos propusieron quemar el Congreso. Quizá el cansancio los frenó. Sacaron a la explanada cajas con papeles y las encendieron.
Las redes sociales, ardían en reclamos.
Minutos antes, el diputado Helguera había lanzado un llamado mediante su cuenta de tuiter:
“Hago un respetuoso llamado a las #maestras y #maestros de #Guerrero para sentarnos a dialogar y juntos encontramos solución a sus demandas. Al igual que ellos, en #Morena apoyamos la educación pública, gratuita y obligatoria”.
La turba se retiraba.
El diputado Ricardo Castillo atendió a los reporteros. Dio la cara. Lamentó la actitud y consideró que “las cosas se pueden arreglar a nivel nacional. El Gobierno Federal puede ser sensible y puede dar una buena respuesta”.
Justo en ese momento, alguien alertó sobre la presencia de policías antimotines.
—Allá…
Justo debajo del puente que cruza por debajo el bulevar Vicente Guerrero, un uniformado fue detenido por ¿los maestros?
Lo despojaron de escudo y tolete.
—Te chingaste, carnalito. —Le decía uno de los dos sujetos que lo llevaba del brazo.
El policía solo trataba de levantar las manos.
—¡Quémenlo…! Bueno, sino, de perdida que camine descalzo… —Propuso una voz a lo lejos.
Alguien entró en cordura: “¡Déjenlo! Que se vaya”
Otro grito alertó que sobre la avenida José Francisco Ruiz Massieu, casi en la esquina con el Huacapa, se cercaba una patrulla con más elementos.
La turba hizo huir a los elementos. En segundos, la patrulla ya iba por la Unidad Deportiva.
La turba cetegista se fue feliz. Extasiada. Destrucción total. Sin problemas.
Concluido el show, el diputado Helguera volvió al tema en su red social:
“Le recuerdo a la #CETEG que el patrimonio del Congreso es de los Guerrerenses y que cada vidrio roto, computadora, cualquier otro bien nos pertenece a todos y cada uno de los Guerrerenses por lo cual lamento enormemente el que no hayan accedido a un dialogo constructivo” (sic).
Daños por miles (seguramente cientos de miles; ¿quizá millones?) de pesos. “Ahí están los ahorros”, minimizó alguien. Aunque en el ejercicio institucional, el dinero no es lo más importante.
Este jueves se esperaba como una oportunidad para conocer el grado de distanciamiento entre los bloques: Morena y por el otro lado, PRI, PRD, PVEM, PT, PAN y MC.
Cuatro horas después del desmadre, el Congreso solo difundió el posicionamiento de Morena. ¿Y los demás? ¿Y el posicionamiento conjunto? Nadie supo explicar. Quizá no hacía falta.
El Congreso estaba dañado en su espíritu. La CETEG llegó a acabar con lo material.
*PD. —¿Y los maestros de la CETEG? —Preguntó un reportero que llegó recién terminado el show.
— Mmm… Chilpancingo. Jueves. Después de las 3 de la tarde y ¡quincena! ¡PROVECHO!