Javier Cadena
El 19 de abril de 1966 en la Ciudad de México murió Gabriel Siria Levario, quien cinco años antes con su nombre artístico grabó la canción “Esclavo y Amo”, en la cual el personaje de la historia muestra su dependencia ante la persona amada, a quien por cierto le reconoce el encanto de sus besos, mismos que, dice la letra, “hacen que me sienta esclavo y amo del universo”.
Esta canción escrita por José Vaca Flores e interpretada magistralmente por Javier Solís, sirve a la perfección como introducción a lo que hoy en día está pasando en el país.
“Esclavo y Amo” se llama la canción, pero también significa una relación humana compleja a la que intelectuales, filósofos y escritores como Hegel y Borges, le han dedicado al menos unas líneas, por no decir tratados enteros.
El filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel, en su texto “Fenomenología del Espíritu”, estudia la relación dialéctica del esclavo y del amo, a la que identifica como una parábola de la parte social del ser humano.
Así, por un lado, el esclavo renuncia a sí mismo con el propósito de satisfacer el deseo de dominación que tiene su amo; y por otro, el amo sabe que sólo existe en la medida en que su esclavo lo reconoce.
Además, Hegel llama “objeto” al esclavo, y “sujeto” al amo, y dice que “el deseo es la presencia de la ausencia”.
Por su parte, Borges en su cuento “El otro duelo”, narra el odio que dos gauchos se tienen hasta el grado de desear matarse uno al otro, y en una explicación posterior expresa que “cuando uno odia a alguien, uno piensa en el otro continuamente y, en ese sentido, uno se convierte en su esclavo”, o como diría Hegel: en la ausencia se concretiza el deseo.
Pero el escritor argentino no se queda en el odio sino que, punto y seguido, dice: “Lo mismo ocurre cuando nos enamoramos”.
Amor, odio, esclavo, amo, son cuatro palabras que enmarcan el actual ambiente político nacional, y esta aseveración no es ninguna exageración, y para comprobarlo tan sólo hay que echarle un vistazo a los medios de comunicación y sobre todo a las redes sociales, en donde se constatará que están llenas de manifestaciones de amor y de odio hacia algún personaje político —el presidente de la república, por ejemplo—, convirtiendo a quien las expresa en esclavo de aquel a las que están dirigidas, el que con este reconocimiento, según lo dicho por Hegel, en ese instante se transforma en el amo de quien las dijo.
Y lamentablemente, como siempre, los esclavos son los últimos en darse cuenta del papel que están representando, además de que en México existe ese adagio que con sabiduría sentencia que “del odio al amor, sólo hay un paso”.
Pero como todo es dialéctico, pues el camino también viene de regreso y, entonces, la sentencia también versa en el sentido de que “del amor al odio, tan sólo hay un paso”.
Y con este ejercicio, entonces, en el pasado vimos a alguien que amaba u odiaba a otro, y en la actualidad nos sorprendemos que su postura es al revés, y entonces nos preguntamos qué pasará en el futuro en el espectro político.
Y así, hasta el infinito y más allá, en donde el amo seguirá siendo el amo, y el esclavo, esclavo, sin importar si se aman o se odian, ya que al final, como en la película “Casablanca”, todos caminarán juntos.
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