SADYHEL ASTUDILLO

Aprovecho la oportunidad, para enviar una sincera felicitación a directivos y equipo de colaboradores que hacen posible la edición de este importante medio de comunicación en estos 55 años de intensa labor informativa, de entregar a sus lectores la información veraz y oportuna del acontecer local y nacional en todos sus géneros; nuestro reconocimiento, deseando mantenerse como el medio de mayor preferencia.

Hablando de relaciones y no necesariamente amorosas, sino también de amigos, familiares, etc., es bastante común escuchar o uno mismo platicar que la separación no definitiva –es decir por días o semanas- es bastante complicada por los sentimientos que conlleva. Tristeza, desesperación, nostalgia, solo por mencionar algunos, pero ¿Todo esto a que se debe? ¿Es debido al simple hecho de que estaba tan acostumbrados a estar juntos o es algo más? Desafortunadamente en el camino encontraremos más dudas que respuestas.
La compañía de un ser querido o amado siempre reconforta en muchos sentidos, lo hace a uno sentirse pleno, más atractivo, capaz, feliz, etc., varía de persona a persona y de relación a relación. De hecho, gracias a esas relaciones surgió el famoso dicho de “la media naranja”, al ser personas que se complementan como un engranaje para trabajar bien junto y por una meta en común pero, ¿Esto es correcto?
Tengamos presente que todos los seres vivos somos un fin en sí mismo y no un medio; es decir, no necesitamos forzosamente de un algo o un alguien para poder existir y desarrollarnos, ni nosotros somos indispensables para alguien más. Y de esto existen miles de ejemplos, personas sin educación, sin padres, sin pareja, sin hijos, sin trabajo, etc., y cada uno de ellos puede ser o es un buen ciudadano sin carencias, es decir la falta de un alguien o algo no lo va a afectar.
Por lo tanto eso de la media naranja no es del todo cierto ya que cada uno sabe lo que necesita y lo que le hace bien sin necesidad de tener siempre a una persona al lado.
Entonces, retomando la pregunta inicial, quizá extrañemos a las personas debido a que nos incentiva a crecer, a competir, nos dice cosas bonitas o ve las cosas desde una perspectiva que nosotros, más allá de “complementarnos” es un buen compañero. Y al faltarnos seguimos siendo nosotros mismo pero, nos falta ese “algo” que nos motiva a levantarnos, a saber que no estamos solos y que de nuestro buen desempeño en la vida, la gente que nos rodea también se beneficiará, ¿Será esta la razón?
Pues tampoco, ya que podemos tener incentivos para seguir adelante en nuestro día a día sin la necesidad de que esto dependa de otra personal, podemos esforzarnos para mejorar porque nosotros mismos lo deseamos, porque queremos vernos y sentirnos mejor, para que al ver nuestro reflejo en el espejo o recordar nuestros días anteriores se dibuje una sonrisa en nuestro rostro.
Entonces, quizá si esos sentimiento de desolación y desesperanza son muy graves o continuos no sea del todo correcto, ya que podría indicar que dependemos o confiamos más en la persona que nos falta que en uno mismo y eso sería terrible ya que como todos sabemos, para estar bien con todo lo que nos rodea, debemos primero estar bien con uno mismo. Vaya, reflexionemos entonces que es lo que la ausencia de nuestro ser más querido y cercano nos hace sentir y busquemos el porqué de esto.
En cambio, si la ausencia lejos de hacerte sentir menos te hace echarle más ganas, hacer algo para sorprender a la persona cuando regrese, seguir con el día a día dándolo todo porque sabes que esa persona también lo está haciendo, en esos casos es algo positivo y a lo que deberíamos de aspirar.
Y (de nuevo) regresando a la pregunta inicial ¿Qué es lo que nos genera ese sentimiento? Pues vaya, eso depende de cada persona y cada relación pero, lo importante es hacer algo positivo con esa sensación, comunicarlo y llegar a una solución en conjunto, ya que guardarlo y permitir que siga creciendo y haciéndonos sentir mal no será de mucha ayuda, quizá el solucionarlo sea más fácil y productivo de lo que creíamos.