RAÚL SALGADO L.
Al inicio de las administraciones municipales fueron múltiples las voces que hacían referencia a la escandalosa descomposición administrativa y financiera que dejaban las anteriores autoridades.
Se integraron, con singular y aparatosa publicidad, sendos Comités de Entrega-Recepción, los que seguramente operaron en la revisión contable, sobre el saldo de cuentas bancarias, inventarios de carácter material, de los déficits financieros y laborales, de los padrones de usuarios de los servicios públicos, del estado físico de las obras, etc., sin embargo, de todo este esfuerzo poco supo la sociedad.
Lo más lamentable es que no hubo advertencias de cómo se encararía la aguda problemática que hoy estamos lamentando preocupadamente, porque nunca, durante más de cuatro meses, ha habido intentos serios por sanear o deslindar responsabilidades.
En tanto, decenas de Ayuntamientos en estado crítico se encuentran en la ingenua esperanza de que las entidades fiscalizadoras habrán de emprender los procesos legales o jurídicos que la situación amerita.
El artículo 115 constitucional, en el apartado II, le otorga al Municipio la personalidad jurídica suficiente para que en defensa de su patrimonio y ante la evidencia del desenfrenado abuso que hicieron las anteriores administraciones, se actúe con todo el rigor para el enjuiciamiento que corresponda; la vía legal brinda la oportunidad de que teniendo en su poder las incidencias documentales, procedan por dignidad propia.
Lo que resulta muy evidente es que las áreas de Finanzas, Contraloría, Jurídica y de Obras Públicas y otras, no cumplieron con su responsabilidad, pues si eso hubiera ocurrido se tuviera ahora perfectamente identificada la cuantía del daño al patrimonio de la administración pública municipal, habiendo definido con toda oportunidad a los responsables directos de estas anomalías.
Hoy observamos que, a tres meses de iniciado el ejercicio fiscal 2019, se oyen gritos de desesperación, apenas para poder salvar el primer trimestre del año, y la angustia seguirá en ritmo creciente pues no se advierten medidas preventivas, ni planteamientos técnicos formales que avizoren una urgente solución. Dudamos que los ingresos cuantiosos del impuesto predial y la medida “supuestamente atractiva” del pago anual del agua hubieran merecido un riguroso análisis y el desglose responsable de estos recursos, considerando prioridades y elaborando una cuidada programación del gasto para los nueve meses que restan del año.
En cada momento de desesperación y urgencia asumen desafortunadamente dos roles:
– La alarmante angustia al declararse imposibilitados por el pago de sus pasivos, el pago de la nómina y las elevados tarifas de la CFE por el bombeo del agua, colocan a los municipios en desesperados reclamos de que toda la culpa se lanza a las anteriores administraciones y su denuncia adolece de respaldos documentales o de señalamientos específicos de los responsables.
– El otro rol es recurrir frecuentemente el auxilio del Estado para afrontar su problemática y ante el desesperado y justificado reclamo de la ciudadanía, ha estado siempre la respuesta del Ejecutivo estatal, cuidando sobre todo las condiciones apropiadas de gobernabilidad y sofocar cualquier explosión social que tenga en predicamento a las autoridades municipales. El Estado también tiene sus límites y no podrá estar asumiendo permanentemente las responsabilidades de los alcaldes.
Si no hubo capacidad oportuna para obtener los diagnósticos de la problemática municipal; si no han podido las Alcaldías emprender estrategias eficaces para superar sus adversidades, habría que reflexionar seriamente sobre la forma de cómo hasta hoy están operando.
Es preciso armar estrategias persuasivas para adelgazar la nómina; igualmente la toma de medidas eficaces para resolver el asunto del agua potable y definir acciones concretas de reducción paulatina de sus pasivos.
También es necesario hacer una revisión minuciosa de equipos de trabajo, desprenderse de los improvisados e inútiles y asumir con entrega la responsabilidad que adquirieron.
Hoy es oportuno hacerlo. Más tarde sería muy lamentable.