Alejandro Mendoza

La política se entiende como el arte de dialogar, de negociar, de gobernar, siempre pensando en el bien común. Sin embargo, esa esencia se ha perdido completamente en muchos de los actores políticos en la actualidad. Sólo se piensa en el beneficio personal o de grupo como una forma de enriquecerse o tener poder por el poder el mismo.
Respaldo a la politóloga Rocío Castrejón Echevarne, quien considera que Platón estaba convencido de que no acabarían las desgracias humanas hasta que los filósofos ocuparan los cargos públicos o hasta que los políticos se convirtieran en auténticos filósofos.
Y es que la política es el arte de tomar el poder, de conservarlo y utilizarlo, pero para el bien de la generación presente y futura. Pero parece que alguien ha incorporado otra acepción a esta palabra en el diccionario de los poderosos, borrando así todos y cada uno de los pilares que sujetaban nuestra sociedad hasta hace poco: la ética, la honestidad, la filosofía. Como no empecemos a recapitular y a volver a educar conforme a las bases de una sociedad virtuosa, no esperemos más que las consecuentes corrupciones.
Por eso es importante lo que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha comenzado a hacer al poner en la mesa pública los escandalosos casos de corrupción de los que la vox populi ya tenía fundamentados indicios.
En reiteradas ocasiones se ha insistido que la política ha sido definida como arte de gobernar y dar leyes y reglamentos para mantener la seguridad pública, y así conservar el orden y buenas costumbres.
Aristóteles (384 a 322 antes de Jesucristo) formuló una teoría de gobierno basada en la realidad histórica de su época e influyó notablemente en la formación política del Estado y también del gobierno en la Edad Media y a principios del Renacimiento.
Aristóteles, discípulo de Platón en la Academia y preceptor de Alejandro Magno, fundador en Atenas del Liceo, llamado también escuela peripatética, autor de tratados que han perdurado y son consultados a través de los siglos, autor del libro Ética a Nicómaco y del libro Política, entre otros que a la fecha siguen siendo consultados y adquieren actualidad.
En el libro Política hace una “sinopsis de la política” en la que se refiere a los temas “Familia y economía”, “Crítica de las Constituciones”, “Teoría del ciudadano y clasificación de las Constituciones”, “La mejor Constitución posible”, “Estudio de las Revoluciones”, “Democracia y oligarquía”, “La Constitución ideal” y “La educación juvenil”.
Ingenuo de mí, llegué a creer que dichos temas de aquellos tiempos y siglos podrían interesar a los políticos hoy, pero no es así. Interesan otros temas como el próximo cargo de elección popular que se tendrá y cómo mantenerse aferrado a las prebendas y dádivas del poder.
La politóloga Elma Bejarano Lichi, doctora en Gobierno y Políticas Públicas por la Universidad de Costa Rica, sostiene que los filósofos griegos, como los medievales y modernos, dan a sus enseñanzas un carácter dual: lo que es el Estado y lo que debe ser. Platón nos habla del Estado ideal como modelo y considera como desviaciones otros Estados que se hayan creado en la realidad. Aristóteles sostiene que el Estado ideal es siempre uno y el mismo, y respecto a él varían los Estados reales.
Siglos y siglos después, Hegel (1770-1831) nos habla desde Berlín del Estado ideal en el que se realizan de manera plena la historia y la libertad y al cual se aproximan en mayor o menor grado, o tratan de aproximarse, los Estados actuales.
Metodológicamente se considera la ciencia política como fundamentalmente histórica. Pienso en Stuart Mill, el filósofo y economista británico del siglo XIX, partidario del asociacionismo, que fundamentó la inducción sobre la ley de la causalidad universal. Preconizó a la vez una moral utilitarista y pasó a la historia como figura representativa del liberalismo económico.
Sin embargo, esta teoría política basada en la experiencia de los acontecimientos históricos y sus resultados, parecen importar sólo a unos cuantos políticos sin ninguna influencia, pues los dirigentes políticos y gobernantes están inmersos en la dinámica de administrar la conflictividad diaria o su interés por enriquecerse o en el próximo cargo de poder.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz
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