¿Si Colosio viviera?
Felipe Victoria
Siete décadas no fueron pocas de una “dictadura perfecta”, como el metiche escritor peruano Vargas Llosa calificó al hegemónico imperio priista en México.
Ahora en la etapa dura y desagradable de la transformación vertiginosa del régimen a manos de Andrés Manuel López Obrador y su movimiento morenista, en que con la promesa de ayudar a muchos otros están saliendo afectados o jodidos de plano, los que como sea pensaban poder ir progresando bajo el esquema tricolor de las estafas y saqueos presupuestales consentidos e impunes, no falta quienes comiencen a extrañar los modos priistas de otro estilo de aristocracia de la burocracia, porque los nuevos que apenas se acomodan llegaron muy insensibles y avorazados.
Miles de mexicanos ya perdieron sus empleos y grandes truculentos empresarios e inversionistas miran desmoronarse sus ambiciosos proyectos, para que les sean dados a otros del entorno del nuevo presidente, y las compras y adquisiciones sin licitación previa siguen a la orden del día con cualquier pretexto, como las pipas para traslado de combustibles cuyo saqueo en ductos no atinan a detener, porque los ladrones huachicoleros son perdonados en vez de castigados y a Carlos Romero Deschamps nada más falta que lo hagan santo.
En la mágica laguna de Coyuca de Benítez recordábamos el domingo (cumpleaños 69 del candidato fallido) aquellos inmensos planes que tuvieron Luis Donaldo Colosio Murrieta y Pedo Joaquín Coldwell, en 1993, para haber desarrollado el turismo social y el burocrático durante todo el año, construyendo centros vacacionales estilo Oaxtepec.
Quizá el alcalde Alberto de los Santos, el diputado Héctor Apreza Patrón y el gobernador Héctor Astudillo convencieran al presidente López Obrador de rescatarlos, en beneficio de mucha gente y oportunidad para inversionistas españoles y asiáticos que ya no le confían al decadente Acapulco, atrapado en la narcoviolencia callejera.
Los periodistas aún confiamos en el respeto a la libertad de expresión que dice el nuevo presidente profesar, como Benito Juárez lo hacía en sus tiempos, y nos atrevemos no a contradecir, pero si a señalar errores bajo la premisa de Belisario Domínguez, pero igual reconocemos aciertos cuando los hay.