Alejandro Mendoza

El presidente López Obrador le entró a lidiar al toro de la corrupción, y ha puesto en la discusión pública el tema de la politiquería y la actuación de los políticos corruptos.
La realidad es que la gente se ha decepcionado de la política por la politiquería que hacen algunas personas dedicadas a esta actividad. En la actualidad es muy común escuchar expresiones de desprecio contra esa práctica política. Existen diversas definiciones sobre la palabra politiquería que van desde la degeneración de la política hasta la intervención de la práctica política con propósitos turbios y fines de ganancia personal o de grupo, aprovechándose de forma egoísta del poder o la posición pública.
Regularmente quienes hacen uso de la politiquería toman como excusa la atención de las necesidades de la gente, pero en realidad nada tienen que ver con ellos. La politiquería se desarrolla en medio de intrigas, maniobras, bajezas, impreparación y oportunismo de sus protagonistas.
También el altruismo de la política es suplantado por el egoísmo de la politiquería, pero los verdaderos móviles de la politiquería son la voracidad por el dinero o el poder, o la envidia, el rencor y los celos.
La politiquería se diferencia de la política en que esta última tiene una noble misión de consagración al interés general y de servicio a los demás, mientras que la politiquería es el aprovechamiento egoísta del poder o de la posición pública para fines de vanidad o enriquecimiento.
En sus dimensiones de pequeñez y mezquindad, ella carece de proyección histórica y de perspectivas ideológicas. Se desenvuelve en medio de la maquinación ruin, la vulgaridad, el mimetismo, la ausencia de ideas y la carencia de ideales. Allí agota su acción el politiquero.
El altruismo de la política es suplantado por el egoísmo de la politiquería, la perspectiva histórica por la visión inmediatista de las cosas, la noble misión de servicio a la colectividad por el aprovechamiento personal.
La repugnancia a la politiquería de bajo fondo es la culpable de que muchos hombres y mujeres bien calificados hubieran abandonado el escenario público, refugiándose en el exitoso egoísmo de sus actividades privadas y escamoteado a la vida pública el aporte de sus luces y magnanimidad.
Y, de acuerdo con la ineludible ley que rige la vida política, con demasiada frecuencia los lugares vacantes son inmediatamente ocupados por las gavillas de politiqueros audaces, sin brújula ni bandera.
La palabra politiquería expresa el desencanto popular hacia la clase política. La corrupción y el egoísmo hacen del politiquero un ser despreciable por la sociedad. Ahora bien, esto es tan antiguo como la propia política. En el mundo real hay políticos para todos los gustos: sinceros y manipuladores, con vocación o sin ella, con inclinaciones totalitarias o con espíritu democrático.
La politiquería no es un fenómeno exclusivo de nuestra generación, pues de alguna manera siempre ha habido líderes políticos con inclinaciones perversas.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz
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