Isidro Bautista

Como aquí lo hemos señalado: a Guerrero lo quieren para Morena, cueste lo que cueste, o a como dé lugar.
Las veces que Andrés Manuel López Obrador ha sido candidato las ha ganado con una diferencia de votos que se ha visto hasta de lejos en Guerrero, por lo que los de Morena ya se frotan las manos para tratar de arrebatarlo al PRI.
Y convertido en fenómeno o en tsunami, AMLO ha arrastrado a infinidad de candidatos de su partido —primero del PRD solo o coaligado, y después de Morena—, a los cargos de elección popular por los que han sido postulados, sin hacer éstos campaña, claro, como se vio clarísimo en la elección del año pasado, y aunque sus contrincantes eran mejores, en la mayoría de los casos.
Por eso mismo en Morena hay movimientos evidentes para ir de una vez por la gubernatura, no obstante de que faltan aún tres años para disputarla.
Lo ocurrido en Tlapa, el viernes pasado, no fue casualidad. La presencia, juntos, de López Obrador y Héctor Astudillo Flores, gobernador, fue oportunidad para atacar, sin importar que lo hicieran con primitivismo.
Algunos justificaron la acción como una respuesta a los problemas que todavía persisten en Guerrero, como la inseguridad y la pobreza, achacándosela al titular del Ejecutivo estatal, cuando en realidad son los tres órdenes de gobierno, coordinados cada cual desde el ámbito de sus facultades constitucionales, los que tienen la responsabilidad de afrontarlos o resolverlos.
La ola de violencia no es responsabilidad sólo de Astudillo, a cuyo gobierno corresponde básicamente la prevención o coadyuvancia. Es el gobierno federal el que tiene la mayor obligación de contenerla. Ningún gobernador tiene mando en el Ejército, Marina, PGR, Policía Federal, o ahora la Guardia Nacional. López Obrador es, según la Constitución, el jefe supremo de las fuerzas armadas.
Él es el gobernante que está al frente del combate de la delincuencia organizada en Guerrero y en el resto del país.
Lo importante para Morena era pretender desgastar la imagen política del gobernador para dar los primeros pasos rumbo a la gubernatura.
No puede nadie poner a consideración de un público si le habla o no le habla un gobernante, porque éste fue elegido como tal por el mismo pueblo. Es representante popular, quiérase o no, sin que signifique que no pueda ser objeto de la crítica, pero hecha con argumento.
Se responsabilizó públicamente a Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros, delegado general del gobierno federal en Guerrero, de haber orquestado ese plan, y por el tipo de persona de quien vino la acusación, seguramente hubo evidencias de ello. El mismo AMLO posteriormente admitió que detrás de ese hecho vergonzante estuvieron líderes de Morena con los hilos de marioneta atados en sus dedos.
AMLO pudo haber hablado de la posibilidad de cerciorarse si en realidad Amílcar tuvo responsabilidad, más cuando le ofreció disculpas al gobernador, y de separarlo de su gobierno como una acción congruente de lo tanto que pregonó en campaña.
A la hermana, Irma Eréndira Sandoval Ballesteros, la tiene como secretaria de Estado, y al esposo de ésta, John Mill Ackerman, lo puso como operador político, y a otro consanguíneo, Netzaí de los mismos apellidos, lo premió un día antes de ese hecho bochornoso como director general del Instituto Federal de Defensoría Pública.
No podía deshacerse de su delegado. Es más valiosa la gubernatura. isidro_bautista@hotmail.com