ISAAC FLORES PINEDA 

El busto del Dr. Pablo Sandoval Ramírez (1944-2000) lleva 17 años colocado sobre avenida Universidad y siempre sus conmemoraciones habían sido eventos muy discretos, sus asistentes se podían contar con los dedos de una sola mano.
Eran pocos quienes acudían a recordar a este prócer universitario los 21 de octubre pero eso sí eran presencias sinceras, de corazón y alma.
Hoy, la familia Sandoval, con Pablo Amílcar y Eréndira, se encuentra la cúspide del poder en Guerrero y en México, y eso atrae más moscas, y busca chambas, que la miel y que el presupuesto.
La seducción del poder atrajo a este punto de avenida Universidad a quienes no conocieron la persona ni la obra de Pablo incluso a quienes en su momento fueron su enemigo.
Adela Román, por ejemplo, estuvo presente en el homenaje cuando ella firmó para que expulsaran de la Universidad a Pablo Sandoval y a Fernando Pineda en 1972.
El maestro Octavio Navarrete, era, invariablemente, el orador oficial en el evento por su gran amistad con el prohombre. Ahora le tocó ver el acto desde una esquina, como extraño en su tierra. “Ya se acabará esta clase política y volveremos Pablo los que hemos estado siempre”, dijo Navarrete.
Así, diputados locales, federales, futuros funcionarios y desempleados escucharon hablar de un hombre al que nunca les interesó pero tenían que estar para estar en sintonía con la nueva clase política.
Un evento plagado de lambiscones, arribistas, filibusteros de la política que esperan una tajaba del pastel que ahora carga en brazos la familia Sandoval.
Habrá que ver cuántos de estos estarán cuando vengan las vacas flacas, porque vendrán.
Vaya contradicción. El legado familiar de Pablo se convirtió en todo aquello contra lo que él luchó hace 40 años. Ahora todos sus hijos están en el presupuesto.
Si Pablo viviera avergonzado estaría del circo y romería en lo que su linaje está convirtiendo su legado.
Esto es ver para vivir.