Este 2 de octubre se cumplen 50 años de la peor masacre estudiantil. (Las vivencias de un reportero).— Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría nunca lograron entender la naturaleza del movimiento.— La matanza de Tlatelolco, el cierre del movimiento, bañado en sangre
Enrique Vargas
“El 2 de octubre no se olvida”, es una de las frases que se han mantenido vigentes desde hace 50 años, porque efectivamente no es posible dejar en el olvido un hecho sangriento de esa naturaleza, en la que integrantes del Batallón Olimpia se encargaron de asesinar a cientos de estudiantes y vecinos de la unidad habitacional Nonoalco Tlatelolco, entre ellos algunos niños que asistían al mitin como si fuera una diversión en la Plaza de las Tres Culturas.
El gobierno pretendió imponer la cifra de 30 estudiantes muertos ese día, lo que de ninguna manera corresponde a la verdad, porque fueron muchos los camiones de ejército en los que transportaron los cuerpos, la mayoría sin que se supiera su destino final, sino que se reportaron como desaparecidos, aunque se supone fueron incinerados en el Campo Militar número Uno, donde solo se podía entrar con autorización expresa de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Como reportero de un periódico nacional, El Sol de México, me correspondió “cubrir” el movimiento estudiantil desde que se dio el enfrentamiento entre alumnos de la Vocacional 5 del Politécnico y los de la preparatoria particular, Isaac Ochoterena, que terminó con la agresión de los granaderos del Departamento del Distrito Federal, a cargo del general Alfonso Corona del Rosal y los jefes de policía, Raúl Mendiolea Cerecedo y Luis Cueto Ramírez, y el teniente coronel, Armando Frías.
Durante 10 semanas, aproximadamente, me correspondió seguir las marchas y mítines, siempre expuestos, con otros compañeros, entre los que recuerdo a Carlos Marín, de Excélsior y ahora de Milenio, y a José Reveles, de Excélsior, cuando el director era Julio Scherer García.
Había que correr y protegerse porque los granaderos y demás policías no andaban preguntando si eras estudiante o si eras periodista, además de que llegó un momento en que los propios estudiantes, radicalizados arremetían contra los reporteros, porque no les gustaban las noticias que se publicaban en los diario que representaban, aunque no se tomaba en cuenta que la versión final de la información dependía del jefe de Redacción y los directores, que les daban un giro más en beneficio del gobierno, pero ya no era responsabilidad de los que andábamos en las calles reporteando lo que ocurría.
Se llegaron a dar casos de que en las reuniones del Consejo Nacional de Huelga, que se hacían en el auditorio de la Facultad de Derecho, denunciaron a reporteros que estaban presentes, a quienes llegaron a desnudar y a untarlos con chapopote y plumas para humillarlos.
En mi caso, porque estoy hablando de las vivencias de un reportero, no pasó de que recibiera un macanazo de un granadero en el hombro y la espalda, cuando no tuve las piernas para alejarme suficientemente de las “fuerzas del orden” que eran muchas y que actuaban con la mayor agresividad, alentadas por sus jefes.
GUSTAVO DÍAZ ORDAZ Y LUIS ECHEVERRÍA NUNCA LOGRARON ENTENDER LA NATURALEZA DEL MOVIMIENTO.— La política en aquellos tiempos era más de puertas cerradas y de difícil acceso a las oficinas públicas, tanto para los reporteros como para la ciudadanía, que difícilmente podía llegar a los funcionarios de primer nivel.
Díaz Ordaz, como presidente, era prácticamente inaccesible y otro tanto lo era Luis Echeverría, a quien luego me correspondió tratar con mayor amplitud y cercanía, porque cubrí parte de su campaña electoral y luego fui reportero para El Sol en la “fuente” de la Presidencia, durante todo su sexenio, más dos años de López Portillo, aunque en 1979 dejé el periódico para ocupar la Dirección de Información de la Secretaría de Educación Pública, con Fernando Solana, el mismo que en 1968 acompañó el rector Javier Barros Sierra durante el movimiento estudiantil.
En ese año fatídico, Díaz Ordaz y Echeverría actuaban con la mayor dureza contra el movimiento estudiantil, al que nunca llegaron a entender, porque creían que era un movimiento que trataba de instaurar un régimen comunista, lo que estaba muy lejos de la realidad.
Tan tenía ese concepto del movimiento Díaz Ordaz, que cuando un año después de su salida, cuando fue nombrado embajador de México en España, para alejarlo del ambiente de reproche y rechazo que había en su contra en la sociedad, le respondió a un reportero, me parece era Pepe Reveles, que lo cuestionó por las muertes: “Gracias a mis acciones en defensa del país, usted muchachito puede venir a hacer esas preguntas”.
Suponía que había salvado a la nación del comunismo, que cancelaría las libertades en el país.
LA MATANZA DE TLATELOLCO, EL CIERRE DEL MOVIMIENTO, BAÑADO EN SANGRE.— Luego de 65 días del Movimiento estudiantil, llega la fecha del 2 de octubre, días antes de la inauguración de los XIX Juego Olímpicos, fecha en que se convoca a un mitin en la Plaza de las Tres Culturas, de Nonoalco Tlatelolco.
Decidí quedarme en la orilla, del lado de la avenida principal, del mismo nombre, para salir con facilidad para ir a redactar la información, pero en un momento inesperado cayeron las bengalas y los integrantes del Batallón Olimpia les disparaban a todo mundo, de modo que fueron ellos los responsables del 90 por ciento de las muertes.
Mi reacción fue meterme debajo de un vehículo estacionado en la calle donde me encontraba, donde permanecí cerca de media hora o menos, mientras duraba la balacera y los grupos estudiantes, policías y soldados corrían de un lado para otro.
Una experiencia realmente traumática y aun así llegue a la redacción a colaborar en la integración de la nota informativa, en el ambiente de agitación y desconcierto que ocurría en ese momento en la sala del periódico, ubicado en Serapio Rendón esquina con Miguel Schultz, además de hacer otra redacción para la edición de mediodía del día 3 de octubre, aunque la redacción de la información quedó finalmente en manos de la Mesa de Redacción, donde estaba el director, el jefe de información y el de redacción.
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