REDACCIÓN

Una mujer embarazada fue sometida a un aborto en el Hospital General de Ayutla tras un falso diagnóstico de muerte fetal. El producto en realidad estaba vivo.
Sury Gallardo Pioquinto, de 38 años y Yuridia Irineo Ramírez, de 36, conforman un matrimonio joven procedente de El Limón, municipio de Tecoanapa.
Padres de dos hijos, añoraban la llegada del tercer bebé que venía en camino.
El sábado 22 de septiembre Yuridia comenzó a sentirse mal, por lo que acudió al Hospital General de Ayutla, en la región Costa Chica.
Ella y su esposo llegaron al área de Urgencias alrededor de las 2:40 de la tarde, donde los recibió un enfermero al que le explicaron que tenía siete semanas de embarazo.
Entre las cinco y las seis de la tarde un médico le practicó un ultrasonido y la transfirió con una ginecóloga a la que únicamente identifican como La Cubana, porque es procedente de aquel país.
La ginecóloga les explicó que el producto estaba muerto, por lo que tendrían que practicarle un legrado (raspado del útero) para retirarlo.
La Cubana le practicó el legrado al siguiente día, domingo 23 de septiembre, por la tarde.
Tras practicarle la intervención quirúrgica, nuevamente la enviaron a piso para reposo y recuperación.
“Mi esposa se sentía mal, se sentía igual que cuando llegó, con un dolor. Yo creo que se le bajó la presión porque vomitó dos veces, pero las enfermeras dijeron que era normal por la anestesia del legrado”, contó su esposo Sury Gallardo Pioquinto.
El lunes 24 de septiembre, alrededor de las 5 de la tarde, le practicaron un segundo ultrasonido a Yuridia para corroborar que no quedaran restos dentro de su útero.
“El doctor le comentó a mi esposa algo sorprendido que al parecer la ginecóloga no había hecho su trabajo, porque tenía todo el producto adentro (del útero)”, relató Gallardo Pioquinto.
Después de practicarle el ultrasonido, Yuridia fue devuelta a su cama. Las horas transcurrieron sin que alguien del hospital general se acercara a darles información.
“Estábamos desesperados”, cuenta el esposo.
Alrededor de las ocho de la noche, sin que algún trabajador del hospital les diera información, Sury Gallardo se acercó con la representante del Seguro Popular para exigir una explicación sobre la condición de su esposa.
“La del Seguro Popular se veía medio misteriosa con la de Trabajo Social. Se veían nerviosas. Me atreví a preguntarles qué había pasado con el segundo ultrasonido y me dijeron que al parecer no le habían hecho bien el legrado a mi esposa (…). Comenzaron a echarse la bolita y luego remataron que a ellos no les competía darme información”, recordó Gallardo.
Relató que se puso furioso. Entonces, “al ver las cosas un poquito feas”, una enfermera se acercó a comentarle que, al parecer, tendrían que practicarle un segundo legrado a su mujer.
Sury Gallardo buscó ayuda, asesoría, con sus amigos y familiares. Todos coincidieron en que se había cometido una negligencia médica.
Después otra ginecóloga se acercó a su esposa: “Nos dijo que las cosas estaban complicadas, que el martes (25 de septiembre) después de las dos de la tarde le harían otro legado y que se lo practicaría la misma ginecóloga (La Cubana). Yo le dije que no, que si la primera vez no había matado a mi esposa, la segunda probablemente sí”.
Entonces tomó la determinación de llevarse a su esposa del hospital general de Ayutla y trasladarla al de Chilpancingo.
Sury Gallardo contó que se acercó con la representante del Seguro Popular para informarle su decisión.
“Ahí fue cuando las cosas se comenzaron a poner difíciles. Me dijo que sí se podía, que era nuestro derecho, pero que había que hacer trámites. Querían tranquilizarnos para no moverla porque sabían que si la llevábamos a otro hospital se darían cuenta de su negligencia médica (…). Me comenzaron a amenazar, a espantarme, que yo sería responsable de lo que le pasara a mi esposa si me la llevaba”.
Relató que después se acercó a pagar a la caja del hospital, pero el personal médico dio la instrucción de que no le cobraran para que no pudiera llevarse a su esposa.
Entonces volvió con ella a la cama. “Ahí me cayeron como abejas las de trabajo social, la ginecóloga y las enfermeras, hasta el guardia de seguridad. Hice un escandalazo entre los pacientes y les dije que me llevaba a mi esposa. Eran casi las ocho de la noche”.
Indicó que el personal médico le llevó dos documentos para que los firmara, pero no le permitieron leerlos.
La ginecóloga cubana le llevó un tercer documento. Sury Gallardo trató de leerlo y alcanzó a ver que “decía que no había restos del producto en su útero”. Entonces se negó a firmar.
“Le dije oiga señorita, cómo quiere que le firme. Entonces me recogió la hoja y me dijo que no se podía tratar con personas como yo, en un plan prepotente”.
Sury y su esposa se fueron del Hospital General de Ayutla, pagaron un vehículo particular y llegaron a Chilpancingo en los primeros minutos del martes.
Un enfermero y una doctora los recibieron en el área de Urgencias. Alrededor de las 10 de la mañana le practicaron un ultrasonido.
“¡Nos llevamos la sorpresa de que el feto estaba vivo!”, contó.
Sin embargo, debido al legrado que le practicaron en Ayutla, estaba fuera del útero y no tenía posibilidades de sobrevivir. A Yuridia tuvieron que practicarle una cesárea para sacarle el producto.
“Lo que hicieron en el hospital de Ayutla fue un atentado contra mi esposa y contra el bebé. Perdí a mi bebé pero gracias a Dios tengo a mi esposa con vida. No acabo de entender que con tantas inyecciones fuertes que le pusieron a mi esposa, el bebé llegó con vida a Chilpancingo aun cuando le hicieron legrado para sacárselo”, comentó Sury.
Lamentó que derivado de esta situación su esposa enfrenta una fuerte depresión. Por ello consideró la posibilidad de presentar una queja ante la Comisión de los Derechos Humanos del Estado de Guerrero (CDHEG) y una denuncia ante la Fiscalía General del Estado (FGE).
“Lo que le hicieron a mi bebé fue un homicidio”, afirmó.