Alejandro Mendoza
 
La democracia permanece en constante perfeccionamiento. Las preguntas resultan intrigantes, pero muy reflexivas: ¿existe la democracia?, ¿vivimos en un Estado democrático? Los resultados de la pasada elección del 1 de julio podrían significar un indicativo que sí, con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México.
Sin embargo, la democracia va mucho más allá de una elección o sí estás fueron limpias o no, o de dar únicamente su significado etimológico del poder del pueblo. Tiene que ver con su funcionamiento, con su aplicación, como dice Sartori, con su comparación engañosa entre el ser y el deber ser. Se trata de una confrontación entre los ideales y los hechos.
A ese escrutinio será sometido López Obrador una vez que inicie el ejercicio de su gobierno el próximo 1 de diciembre. Y es que le antecede una historia de pincelazos de acciones antidemocráticas por quienes ostentaron esa misma responsabilidad.
El espíritu de la democracia gime por un trato igualitario entre gobernantes y gobernados. Hay una infinidad de sugerencias, propuestas y posiciones en el sentido de cómo debe ser la democracia, que chocan frontalmente con la realidad que se vive en el sistema político mexicano.
La democracia va más allá de la cosa política y se entrelaza con la parte social y económica, como parte de su valoración efectiva en las condiciones de vida de las personas. La palabra democracia ha sido muy bien usufructuada en los discursos políticos.
Lo cierto es que en una verdadera democracia, el verdadero fundamento de todo gobierno es la opinión de los gobernados. Y más en una sociedad en donde a los gobernantes se eligen por medio del voto. De entrada, las elecciones deben ser libres, y para elegir libremente se requiere que quien va a sufragar tenga el conocimiento necesario para hacerlo como parte de una decisión reflexiva, analítica, luego de un ejercicio con base a su conocimiento. 
José Martí dijo: un pueblo culto, es un pueblo libre. Así son los primeros fundamentos de una democracia efectiva: pueblo culto, pueblo libre, elecciones libres. Entonces se hablaría una verdadera participación ciudadana que elige libremente a sus gobernantes. 
Sartori explica de la siguiente manera lo que no es la democracia: ¿Qué es lo bello? Lo contrario de lo feo. ¿Qué es el mal? Lo contrario del bien. Entonces a la pregunta ¿Qué es la democracia? Lo contrario al autoritarismo, a la dictadura, al totalitarismo. 
La democracia está anclada a las condicionantes económicas y culturales de cada sociedad y eso determina el sistema político prevaleciente. Si existe pobreza, inseguridad, violencia, conflictos interreligiosos, falta de empleo, condiciones insalubres, etc., la democracia está en duda.
Mucho se ha insistido que en una democracia el poder emana del pueblo, pero la realidad es que al pueblo no se le otorga ningún poder, y es la cúpula política o la cúpula gobernante, la que decide el futuro de quienes a través de su voto consintieron otorgarles el poder de decidir y hacer.
Al igual que Andrés Manuel López Obrador, presidente electo de México, quienes resultaron electos senadores, diputados federales, presidentes municipales, diputados locales por su partido Morena, con el amplio respaldo popular con su voto, deben evitar la trampa del absolutismo.
No se puede pensar en la otrora figura de partido hegemónico que tanto daño le hizo al país, porque el ejercicio ilimitado y discrecional del poder, resulta excesivo y nocivo para cualquier Estado que se considere democrático. Al igual el autoritarismo se transforma en un término negativo que significa mala autoridad, por abuso y exceso de autoridad que aplasta la libertad.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz
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