Héctor Contreras Organista 

* Agosto, el mes de la virgen María en Chilpancingo

Para Chilpancingo antes, y ahora para los viejos vecinos de Chilpancingo, el mes de agosto constituye uno de los meses más bonitos del año. En principio porque el padre Agustín M. Díaz le denominaba El Mes de la Virgen María, la patrona de Chilpancingo.
Podemos asegurar que después de la actividad católica que desplegaron varios sacerdotes católicos en Chilpancingo, como por ejemplo el querido y siempre bien recordado padre Margarito Escobar, ha sido el padre Agustín M. Díaz, nacido en Alcozauca, quien más amor le dio a Chilpancingo.
El sacerdote arribó a la capital guerrerense en 1946, remodeló el altar mayor con mármol de Carrara y se preocupó por embellecer la imagen de la Asunción y de construir de los altares de la virgen de Guadalupe y del Perpetuo Socorro.
Veló porque en diciembre se hiciera un Nacimiento Monumental de heno con infinidad de figuras emulando el nacimiento que comenzó a hacer siglos antes San Francisco de Asís, en Italia, y aquí cerca del altar mayor, para que Los Pastores llegaran a la Asunción a Acostar al niño Dios, la noche del 24 de diciembre y el 6 de enero lo levantaran esos pastorcitos niños que cantaba precioso “Las Aromas” y todos los villancicos que don Ignacio Manuel Altamirano ya evocaba en su novela “Navidad en las Montañas”.
El padre Agustín hizo subir por lo menos tres campanas nuevas a las torres, una de ellas, la monumental donada por don Tiburcio Vega y además recibió en obsequio del gobierno del estado el reloj que estaba en la parte alta del frontis del Palacio de Gobierno, palacio que construyó el general jalisciense y gobernador de Guerrero don Francisco Otálora Arce y ese reloj “Centenario” hecho en Puebla, muchos años sirvió a Chilpancingo, repicando sus graciosas campanitas cada hora, pero lo dejaron envejecer y jamás le dieron mantenimiento. Los pedazos de ese reloj aún se pueden ver en la torre norte.
Y el padre Agustín celebraba su santo en Petaquillas, adonde llegaba la tarde del 27 de agosto, y el 28, día de San Agustín junto con el pueblo católico y el señor obispo de Chilapa, celebraba misa solemne y había bautizos y confirmaciones. Antes la gente le ofrecía un desayuno, después una comida con mole de guajolote y por la tarde, a bordo de un coche libre, regresaba a Chilpancingo, donde la gente ya lo esperaba a la altura de La Haciendita (frente a la gasolinera “Carreto”) con danzas, flores, cohetes, música del chile frito y cadenas de cempasúchil y así lo acompañaban hasta las puertas de la Asunción donde dirigía un mensaje y luego entraba a celebrar otra misa.
Él organizó en honor a la virgen de la Asunción que todos los días de agosto se realizara una peregrinación desde la estatua a Morelos (que hoy es la gasolinera del DIF) hasta la iglesia, por parte de los integrantes de cada oficio: Los comerciantes, los panaderos, los albañiles, los carpinteros, los transportistas, los deportistas, etcétera y Chilpancingo, en el mes de agosto era una fiesta. Todos los días frente al templo, había danzas, se lanzaban muchos cohetes de varilla y las mujeres realizaban rezos por las tardes en el llamado “mes mariano”, en la iglesia principal.
Hoy, el padre Benito Cuenca Mayo, párroco responsable de la iglesia de la Asunción, convertida en catedral, hace esfuerzos titánicos porque Chilpancingo recobre esa vida dinámica, armoniosa y alegre que tuvo en años idos. No es difícil lograrlo, cuando a nuestra ciudad se le tiene el amor, el cariño y la gratitud de seguir haciendo de nuestra ciudad el hogar común y hospitalario que gozaron nuestros mayores.