ALEJANDRO MENDOZA PASTRANA

En cada cambio en la vida siempre hay una expectativa de buenos deseos, lo cual es correcto y entendible. Pasar de una situación de constante desesperanza, desánimo y desaliento a un escenario de fe, esperanza y confianza, no es un proceso simple y sencillo.
Casa persona tiene sus propias luchas tanto en su interior como con su exterior. La guerra sin cuartel que muchas veces parece no tener fin en el interior de cada ser humano, suele ser violenta y hasta destructiva, si no se le pone un punto final. Hay casos muy claros de una persona en ruinas cuando eso ocurre.
Y resulta todavía mucho más intimidante es la lucha que se tiene que librar con el mundo. La persona tiene que enfrentar situaciones complejas, difíciles, duras en sus relaciones con las demás personas. Hay infinidad de adversidades que tiene que superar que van desde la traición, la avaricia, la ambición, el egoísmo, la codicia, la lujuria, la hipocresía, la mentira, la humillación, la frustración, etc.
Lo cierto es que en cada área de la sociedad se pueden distinguir las consecuencias de tales acciones de las personas. Nada más lamentable que pensar en la desilusión de una persona que confió en otra y ésta le falló de manera premeditada y alevosa.
Por eso cuando todo parece desalentador en la vida de una sociedad, familia o persona siempre será un aliciente tener la posibilidad de un cambio en la dirección que llevan las cosas. El destino puede ser alentador para todos cuando se distingue con claridad la importancia de pensar en otros y dejar de lado las acciones egoístas basadas en intereses personales, económicos o políticos.
La verdad es que cada quien se convierte en su propio verdugo o en su propio libertador cuando se llega al punto de la toma decisiones. Cada quien puede decidir el camino que debe transitar. En la vida hay casos que parecen estar destinados al constante sufrimiento y desesperanza resultado de causas explicativas en la infancia y adolescencia que se tuvo.
La idea principal es que todas las personas pueden tener la posibilidad de reflexionar sobre la importancia que tienen sus decisiones. En esencia el cambio que uno quiere ver en el mundo comienza en la vida de cada persona. Y la realidad es que cada quien puede sumar pequeñas grandes acciones que pueden marcar la diferencia en el diario vivir.
Siempre han existido a lo largo de la humanidad la diferencia de clases sociales y los abusos de los gobiernos sobre el pueblo, así como las grandes desigualdades condiciones económicas, políticas, culturales y sociales. Por tal razón no se puede considerar que ese sea el principal argumento de lo que ocurre en la actualidad en el mundo.
Lo que se debe voltear a ver es la condición del ser humano. El principal mal se encuentra en el interior de cada persona, no en el mundo. Por eso estoy plenamente convencido que el cambio debe comenzar en la vida de cada persona, en su proceder individual, con su familia, con su sociedad y con su relación con cada persona.
Cuando en cada área de la sociedad se dan cambios esperados anheladamente, se deposita la confianza y la esperanza en la persona que los encabeza y no en el cambio mismo y su natural proceso. En tal escenario se dan las decepciones y, la desesperanza y la desilusión crecen. Se alimenta el odio y el rencor contra las figuras que se autoproclaman líderes o dirigentes porque usaron un escenario para satisfacer intereses personas y egoístas, que nada tienen que ver con el deseo de una sociedad ávida de un verdadero cambio. Hay desde luego sus honrosas excepciones en la historia de la humanidad. Y a esto último le apuesto.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz.

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