Héctor Contreras Organista

¡QUÉ BONITO CHILPANCIGO!
 
Por su sabroso clima, Chilpancingo se puede disfrutar a placer en cualquier época del año.
Nuestros abuelos gozaron no sólo del clima sino de los muchos paisajes que ofrecía este valle en otros tiempos, con su hermoso río Huacapa y sus muchas barrancas atravesando la ciudad.
Sin duda que había ameles, carriceras, llanos hermosos, lomeríos para la siembra y espacios para la becerreada de la juventud traviesa. En fin, vivían en un vergel.
La vida chilpancingueña ha cambiado.
Hoy nadie se levanta a las cuatro o cinco de la mañana y se va al campo a ordeñar; nadie siembra maíz, frijol, calabaza por ningún lado.
Es más, el toronjil ha ido desapareciendo, ya no hay quelites como el cococatzin, el papaloquelite, cola de coyote y ni pichoguasclis.
Ya nadie muele en metate ni echa tortillas en comal calentado por leña, ya no hay asoleaderos de piedra azul en las casas, ni casas con corredores llenos de macetas, ni jardines con muchas flores, rosas, recedas, limoneros, granados…
¿Quién cuenta con gallineros o chiqueros para marranos?
¡Nadie!
Contadas son las familias que salen al jardín del centro de la ciudad por las noches a disfrutar del ambiente cálido y familiar de lo que fueron los jardines “Cuéllar” y “Bravo” y desde ahí a observar el bellísimo cielo azul chilpancingueño, siempre espectacular.
Nuestra ciudad fue de luces y colores hermosos, de arco iris y tlapayahuclis, de milpa en surcos y calabazas grandes, de atoles y tamales, de calles tranquilas y bien barridas por los vecinos todas las mañanas.
Las fiestas de los barrios fueron verdaderas romerías, calor de paisanos, amigos y vecinos. Cohetes que surcaron el cielo y que estallaban allá en lo alto, anunciando que la fiesta del barrio se acercaba.
¡Ah!, y las cuelgas en la víspera del santo patrón, peregrinaciones de un barrio a otro con cánticos y sahumerios, con cadenas de cempasúchil y arcos hechos con cuchara de sotol.
Y por la noche, antes del día principal las ollotas de pozole con harta carne de marrano para toda la gente, y eso sí, mezcal en abundancia.
Un borracho tirado por acá y una señora ebria con rebozo en mano jalando a su comadre que se quedó dormida sobre la mesa, por tanto brindis.
La rueda de la fortuna, los caballitos, las sillas voladoras, los novios besándose atrás del tecorral mientras en las calles de tierra los niños recogían los residuos de pólvora de los cohetes de china que se habían tronado cuando se cantaban “Los Papaquis” a quien cumplía años: “De muy lejos he venido, brincando los tepanoles, sólo por venir a ver, las ollotas de pozole”
Ese es, a grandes rasgos el Chilpancingo que ya se fue y que jamás volverá.
Ese fue el Chilpancingo bonito, época en que la gente le andaba rogando a fulano y a zutano que aceptara ser presidente municipal ¡Y no querían!
Hubo gente grande, muy importante en nuestro pueblo.
Mayordomos respetables, comerciantes generosos, jóvenes visionarios que se fueron de aquí a prepararse en los estudios y que alcanzaron a sobresalir en el ámbito nacional e internacional.
¿Dónde quedó ese Chilpancingo?
Ahora, gente extraña que no nació aquí ni conoció nuestro pueblo en años idos, nos quiere decir cómo era Chilpancingo…y dar clases por radio y televisión, de lo que fue Chilpancingo.