Alejandro Mendoza
En la vida hay trabas que se tendrán en el bien intencionado propósito que se tenga. Hay personas, hay circunstancias, hay situaciones, hay eventualidades, hay adversidades que se opondrán férreamente a que se pueda avanzar hacia el objetivo. En ocasiones pueden ser resultados de acciones justificadas o en muchas de las veces de manera dolosa y premeditada por parte de alguien.
Es cierto que los desafíos siempre aparecerán en nuestro camino por una razón. A veces, vienen para probar nuestra fuerza, y otras veces, simplemente están ahí para empujarnos en una dirección diferente de la que hubiéramos tomado si las cosas hubieran seguido como estaban.
Este panorama muy pocas personas lo logran comprender y comienzan a vivir en la frustración y en la amargura. Hay infinidad de casos que se dan en la vida de personas que tenían un futuro promisorio y al final quedan extraviados en la complejidad de las buenas intenciones frustradas.
La mayoría de las personas se molesta por los errores que han cometido en el pasado y deciden rendirse. Este tipo de personas son demasiado duras consigo mismas y con los demás, y no permiten ningún margen para cometer errores. Si piensas que has llegado tu punto de quiebre, empieza de nuevo y esta vez utiliza tus errores del pasado como lecciones para aprender y actuar de mejor manera.
En este contexto, la especialista Teresa Hechem (2015) plantea que se deben recoger los pedazos y empezar a mirar hacia adelante de nuevo. “Las cosas malas nos suceden a todos. No importa qué tan feliz o exitoso se vea una persona por fuera, siempre hay una historia o un conjunto de desafíos que él o ella se ha enfrentado en el pasado o se está enfrentando en este momento”.
Lo que hace que la gente se destaque es cómo superan sus retos y conscientemente deciden mantener una actitud positiva. Lo que los hace diferentes al resto de la gente es su actitud hacia la vida.
También es una verdad que hay personas que tienen como propósito premeditado y perverso, el poner trabas a quienes tienen el deseo sincero de hacer algo productivo o cambiar las cosas para mejorar. Y en este escenario hay quienes no soportan la presión ni las acciones a todas luces injustas y abusivas.
Esta práctica es muy común en la actualidad, a causa de un mundo muy competitivo y con muy pocas oportunidades para quienes pretenden salir adelante por medio del esfuerzo y el trabajo.
La vida no es tan aleatoria como parece; siempre hay una razón por la que suceden las cosas. Por lo tanto, tomar un descanso para aclarar la mente ayudará a entender mejor las situaciones. Y eso permite tomar las mejores decisiones sin que tengan la motivación del rencor, la ira, el resentimiento y la venganza.
Cuando se está viviendo una situación así, el pensamiento excesivo no ha ayudado a nadie en este mundo. Alguien dijo una vez sabiamente: “La preocupación es como una mecedora, te mantiene ocupado, pero no te lleva a ninguna parte”. De hecho, el pensamiento excesivo muchas veces crea problemas que ni siquiera existían en un principio.
Las situaciones difíciles ayudan para darse cuenta del valor que realmente tiene la familia, los verdaderos amigos y de las cosas que no son tan importantes en la vida.
Por eso, ante las trabas que la vida ponga o personas mal intencionadas, cegadas por su ambición, egoísmo, arrogancia o maldad, se debe provechar para dos cosas fundamentalmente:
1.-Despejar la mente en lugar de tratar de encontrar todas las respuestas, cambiando la perspectiva del asunto y 2.-Apreciar los viejos tiempos con agradecimiento por todas las oportunidades que se han tenido en el pasado y por todo lo que se ha experimentado hasta el momento en este mundo.
Los errores fueron míos los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz.
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