* PAN: la negación democrática interna
* Prevalecen tutelajes y cero apertura
* Desde Jorge Bajos a Braulio Maganda

Jorge VALDEZ REYCEN

El exgobernador José Francisco Ruiz Massieu llamó al PRD “partido de la sangre y la violencia”, durante los años más álgidos, aciagos y de violencia postelectoral de 1988-1992 en Guerrero.
Una década después, el PAN vivió la peor pesadilla de sucesos trágicos y homicidios donde previamente resurgieron pugnas internas que derivaron en una tragedia aún impune.
El PAN en Guerrero ha transitado entre el 1.5 por ciento de votaciones y la pérdida del registro por no alcanzar lo que marca la ley electoral en cada proceso electivo. En las últimas dos décadas su ruta ha sido de fracasos, divisionismo, disputas agrias, corrupción, improvisación de candidatos y lucro de prerrogativas. Sus dirigentes han sido egoístas, mezquinos y ambiciosos, al grado de pelearse los dineros públicos y lanzarse acusaciones entre ellos mismos de corruptos.
Desde el homicidio de Jorge Bajos Valverde, hasta el de Braulio Zaragoza Maganda Villalva, los panistas envueltos en las principales líneas de investigación –en ambos casos proditorios— no solo han obstaculizado su esclarecimiento, sino que han generado confusión, miedo y por supuesto inhibido la participación de simpatizantes del blanquiazul en cuestiones democráticas. El móvil provendría de las entrañas de una disputa intestina de los propios panistas.
El PAN en Guerrero ha ido en tropiezos imparables hacia una debacle sin final. Ni siquiera sus dirigentes estatales se han puesto de acuerdo en la rebatinga de candidaturas. El presidente estatal, Marco Antonio Maganda Villalva, ha colocado a su esposa como diputada federal –la única—y ahora busca sentarla en una curul del Congreso Local. Esa es la meta primaria y quizá la única que tiene.
Ese es el partido blanquiazul que desde el Altiplano central se niegan a visualizar en el territorio suriano. No hay apertura, es una sociedad anónima, un círculo de mini-poderosos que han decidido ser cabeza de ratón y no cola de león.
La negación a la democracia interna es el peor de sus delitos, ya que impidió en cuatro lustros la oxigenación de cuadros, el impulso de nuevos militantes y se antepuso siempre la conveniencia económica de beneficio grupal para los que mandan y deciden a su capricho. Los tutelajes de esos notables han hundido al PAN en los últimos lugares de preferencias electorales.
Hoy en Guerrero los dirigentes de siempre se han montado en un Frente nacional que llegó desde fuera, los avasalló, se disciplinaron y entendieron su papel de relleno en el script de la farsa electoral. Serán testimoniales, anecdóticos sus días en esta campaña mediocre, donde unos pocos serán los beneficiarios (los mismos, claro).
La alusión en el primer párrafo del exgobernador Ruiz Massieu no es, ni tiene un tufo de maldad o perversidad. Es el contexto real de cómo se viven elecciones en Guerrero, polarizadas, radicalizadas por fanatismos recalcitrantes que usaron un partido para violentar un estado de derecho y desafiaron el principio de autoridad de un gobierno que jamás permitió ni un ápice ese reto que eran tomas de alcaldías, incendio de Ayuntamientos y bloqueos carreteros.
Nada ha cambiado, para los milenials que nos leen. Es la misma película que se vivió en la elección de Carlos Salinas de Gortari en 1988, donde Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano perdió la elección y se dijo que el computo electoral se detenía por la “caída del sistema” imputada a Manuel Bartlett Díaz, entonces secretario de Gobernación y hoy alfil de AMLO.
Vean: todo está ligado, conectado, íntimamente relacionado. Claro que el fanatismo impide mirar las cosas con serenidad y prudencia. Esta película ya la ví… y hasta tres veces.
Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.