* “No es negocio ya, se invierte más de lo que se puede obtener para poder darle de comer a los hijos… ¡nos jodieron feo!”, dice molesto un campesino, de los que llaman sierreños, al describir la crisis económica que enfrentan por la drástica caída del precio por kilo del opiáceo

 

Jesús Saavedra

Habitantes de la zona serrana de la entidad lanzaron un llamado apremiante al gobierno para que implemente estrategias de emergencia para la atención de unas 50 mil familias que se dedican a la siembra de amapola, que viven una crisis porque de 28 mil pesos que costaba el kilogramo de goma de opio se ha desplomado a 6 mil pesos y la siembra de ese planta ha dejado de ser una opción para la manutención de esas familias.
Lo anterior, advirtieron habitantes de comunidades de esa zona conocida como la Sierra, puede devenir en un serio conflicto económico, social y agravaría el problema de la violencia y la inseguridad en Guerrero.
En los poblados de esta parte del estado que se conforma por zonas montañosas de los municipios de Chilpancingo, Eduardo Neri, Leonardo Bravo, Heliodoro Castillo, de la región Centro del estado, pero muchos más de las zonas Norte, Tierra Caliente y Costa Grande, no se habla de otra cosa que de la caída del precio de la goma de opio.
“Hace dos años costaba 28 mil pesos el kilo y hoy cuesta 6 mil pesos”, dice apesadumbrado un amapolero que se niega a identificarse por obvias razones.
“Sembrar amapola dejó de ser rentable”, agregó. Ya no es opción como fuente de ingresos para las familias que acá arriba se dedican desde hace años a la siembra ilegal de opiáceo.
Nos explican los amapoleros que al año se hacen tres siembras de amapola y que la segunda, que es ahora, en esta época de lluvias, ya no se hará.
“No es negocio ya, se invierte más de lo que se puede obtener para poder darle de comer a los hijos… ¡nos jodieron feo!”, dice molesto un campesino, de los que llaman sierreños, al describir la crisis económica que enfrentan.
En un sembradío de amapola el ex comisario de Filo de Caballo, Arturo López Torres es el único que se anima a declarar sobre la crítica situación que viven miles de familias de la Sierra: “hay un gran problema porque no hay recursos para subsistir”.
La caída en el precio del kilo de goma de opio y la campaña de erradicación de amapola en la Sierra, “tiene preocupada a la gente, que no tiene otra forma de subsistencia; la siembra del maíz y el fríjol en la Sierra sirve solamente para que medio coman las familias, pero no para vestir, calzar o mandar a la escuela a sus hijos… no alcanza”.
Reconoció que en la Sierra hay posibilidades de implementar proyectos productivos como sembrar árboles frutales, “pero la gente no tiene dinero para hacer una inversión de esa naturaleza, si se invierte para sembrar cosas lícitas la gente va a prosperar, pero debe haber voluntad de ayudar de parte de las autoridades”.
López Torres señala que la caída del precio de la goma de opio fue debido a que en el mercado de Estados Unidos introdujeron la droga sintética Fentanilo, “que es mucho más barata y es una droga muy potente, y ha ocasionado muchos decesos en Estados Unidos; eso desplomó el precio de la goma de opio”.
Manifestó que las familias de la Sierra están en crisis y que no ven alguna propuesta de ayuda para sacarlos de esta problemática, pues ninguno de los candidatos presidenciales aborda el tema.
“Sólo satanizan, no están tomando las cosas como son, y esto se ha convertido en un problema de seguridad nacional”.
Añadió que la violencia que hay en el país también tiene su origen en la siembra de enervantes y el control por la producción, “hay un problema de seguridad nacional que los candidatos a la Presidencia no toman en cuenta o lo están minimizando, porque creen que no es tanto el recurso económico que se capta de la siembra de la amapola, pero no entienden que miles de familias dependen de ese ingreso”.
Arturo López Torres indicó que es la tercera ocasión que envían una petición de ayuda, “levantamos la voz para decirle al gobierno que no hay recursos en la Sierra, que necesitamos que se implementen programas y proyectos productivos viables, para que la gente deje de cultivar la amapola”.
Consideró que si no se hace algo pronto, las familias que se dedican a esos cultivos ilícitos “se podrían desviar a la delincuencia” y entonces será “un problema muy grave”.
“En cinco meses –advierte— ese problema estará en las ciudades y no en la Sierra, porque las familias de acá necesitan comer y van a buscar la manera de conseguir cómo mantenerse”.
“Por eso el llamado es a tiempo, es la tercer vez que alzamos la voz, todos tenemos miedo pero alguien tiene que alzar la voz por los compañeros campesinos para que se les atienda”, finalizó.