Héctor Contreras Organista

En el día como en la noche, los motores de los espectaculares tractores y tornapules así como los yuncles rugían en medio de una polvareda al ir abriendo camino, pero no un camino cualquiera sino la ampliación a seis carriles de la súper autopista México-Querétaro.
Estábamos en 1966 y eran millones y millones de pesos invertidos en ese proyecto. El tramo de La Cañada, localizado a la altura del poblado Tepeji del Río, en el estado de Hidalgo fue de los más complicados de construir porque había sendas barrancas que rellenar con infinidad de toneladas de tierra que era levantada por las cuchillas de los poderosos tornapules de entonces y echados a sus tanques de acero, y para poder levantar la tierra ya con la cuchilla cerrada era necesario que los tractores D-9, los más grandes entonces de la Caterpillar los empujaran, o como decían los camineros, los “pucharan”.
Logrado esto, los monstruos de acero se encarreraban por peligrosas bajadas y como decía los propios operadores, “ya enquintados” (es decir a toda velocidad en la quinta potencialidad de sus máquinas) abrían las cuchillas, desparramando la tierra y así, viaje por viaje iban rellenando aquellas barrancas que más tarde serían la autopista asfaltada de transitar seguro.
Tuve en suerte ver abrirse esa brecha de La Cañada. Operadores de esos tornapulles lo fueron don Goyo Adame, hombre de muy grata memoria y don lepoldo Contreras Morales. Otro admirado operador de maquinaria pesada de ese entonces fue don Lucio Vega, dicen que era hermano de don Manuel Vega y se trataba de un hombre alto, casi un gigante y fornido, ya entrado en años y quien por manos tenía una tenazas y a él le correspondía distribuir la tierra en el terreno más peligroso porque la iba desparramando en las barrancas y la cuchilla de su tractor, en cada viaje, quedaba en el filo del voladero, pero eso a él no le preocupaba, más bien parecía divertirlo. Todo un valiente.
De los comedores del pueblo de Tepeji donde se hospedaba todo el personal que laboraba en la construcción caminera, mandaban los lonches en un camión grande, de rediles. Cuando llegaba al tamo en construcción, ya había un muchacho que colocaba tres piedras grandes y sobre ellas ponía la tapa de un bidón, abajo le metía varas, leña y le regaba diesel, le prendía y calentaba todas las viandas.
Los camineros estacionaban sus máquinas en fila muy ordenada, se bajaban de ellas llenos de polvo en sus ropas, se quitaban los lentes con los que protegían los ojos y también en piedras se sentaban a comer.
Cualquiera podía tomar el alimento que más gustara, de cualquier vianda, porque había guisados de todo y era para todos. Solamente había un señor entrado años, era operador, que apartaba la comida que le enviada su esposa y se iba solo a consumir sus alimentos atrás de un árbol. Nunca nadie lo criticó ni se dijo nada de él.
Doña Juanita tenía una casa en la calle de Magnolia con muchos cuartos que alquilaban los camineros y les daba de comer cuando no iban al tramo a trabajar.
-¿Qué me va a dar de comer?, le preguntaba don Goyito el operador de Chichihualco.
“Unos taquitos”, contestaba la señora y don Goyo hacía corajes: ¿Tacos? Ni que fuera limosnero… y así a cada alimento que la señora mencionaba don Goyo contestaba algo y todos los demás comensales reían por sus ocurrencias.
Hubo otro operador al que le bautizaron como “El Tira Aceite”, porque era malo para trabajar el tractor, no recuerdo de que estado era originario. Muy elegante en el vestir y contrajo nupcias con una educadora de Tepeji del Río, muy guapa pero “El Tira Aceite” no sabía escribir y cuando fue el juez a casarlos se tardó como veinte minutos en firmar el acta. Comenzó a garabatear al calce del libro de actas y terminó de “firmar” en la parte superior. El juez le dijo: “Después pasa a mi oficina a firmar las demás”.
Tepeji en ese entonces era un pueblo pequeño. Famoso por su fábrica de hilados y tejidos “La Josefina” donde se hicieron las mejores toallas y telas de México. Vecinode Jasso, Hidalgo, donde se levantó la fábrica de los cementos “Cruz Azul”, con su pequeño estadio “10 de diciembre”, fecha en que comenzó a funcionar la fábrica, próxima al poblado El Carmen, donde estaba Cementos Tolteca y enseguida Tula, con sus famosos Atlantes Toltecas.
Lo que registramos aquí es que obreros chilpancingueños y guerrerenses en general trabajaron esforzadamente en la construcción de esa autopista. De ahí, algunos se marcharon a Guadalajara para construir el aeropuerto internacional de la “Perla Tapatía” y otros al Plan Chontalpa, en Tabasco donde hicieron un dragado de los pantanos y donde había muchas anacondas muy peligrosas y algunos obreros fueron muertos y otros perdieron extremidades al ser mordidos por esos descomunales animales que sorpresivamente asomaban en los pantanos… Y, colorín, colorado…