* Evodio y Walton: ese pleito lleva meses
* Los pleitos: Febronio y Figueroa, riñeron
* ACD y Argudín: frialdad y distanciamiento
Jorge VALDEZ REYCEN
El ingeniero Rubén Figueroa Figueroa, gobernador de Guerrero (1975-1981) intentó meter la mano para que Rogelio de la O Almazán fuera presidente municipal de Acapulco. El presidente de la República, José López Portillo y Pacheco, designó por “dedazo” al maestro Febronio Díaz Figueroa, primo del mandatario, pero éste lejos de aceptar la postulación la objetó y hasta tuvo serios encontronazos que derivaron en pleitos.
Febronio alcanzó la alcaldía de Acapulco por la estupenda relación personal con el presidente López Portillo y ésta se tradujo en obras importantes que gestionó, como la construcción del edificio del Ayuntamiento en el centro, el quiosco de talavera traído desde Guadalajara, Jalisco, así como fuentes que ya desaparecieron.
Figueroa Figueroa criticó a su primo de ser un alcalde frívolo, proclive a la disipación, la tertulia y la vida de glamour en el jet-set porteño.
El profesor y licenciado Alejandro Cervantes Delgado, gobernador de Guerrero (1981-1987), intentó postular a la alcaldía a José Rubén Robles Catalán, pero desde la Secretaría de Marina-Armada de México, se pidió que fuera el Almirante en retiro Alfonso Argudín Alcaraz el presidente municipal. ACD tuvo que admitir esa imposición y Robles Catalán fue diputado y presidente del Congreso del Estado.
Sin embargo, en la relación entre gobernador y alcalde de Acapulco, ACD tuvo frialdad y distanciamiento con un marino de carrera que alcanzó la alcaldía por el “dedazo” del presidente de la República en un gesto de cortesía al alto mando de la Marina. Argudín tuvo gestos nada corteses con el mandatario estatal y también gobernó Acapulco con frivolidad y desparpajo. La obra máxima fue la ampliación de la avenida Cuauhtémoc y su pleito con la Arquidiócesis de Acapulco porque quería demoler la parroquia de San Cristóbal para ampliar la avenida Durango en la colonia Progreso.
Eran pleitos y más pleitos entre una clase política rencorosa, vengativa, de una verticalidad en sus formas de gobernar y entender la política. Fue entonces que el Fideicomiso Acapulco tuvo su época de esplendor y hasta suplantó las funciones de una Presidencia Municipal de Acapulco venida a menos, echada a un lado y hasta despreciada. Francisco León de la Barra y Guillermo Carrillo Arenas fueron dos de los principales directores del FIDACA, luego vino un tamaulipeco de tristes recuerdos que hasta prisión fue a dar.
La historia de Acapulco y sus autoridades está llena de anécdotas virulentas, de infelices desencuentros, de imposiciones y hasta de hilarantes momentos.
Hoy se registra otro pleito de pronóstico reservado entre un exalcalde (Luis Walton Aburto) y el actual en funciones, Jesús Evodio Velázquez Aguirre. Ya es añejo, porque Evo así lo quiso. Y Walton así lo compró. El odio y la maledicencia son mutuos entre ambos. Llevan varios meses aferrados en una escaramuza donde el equipo de trabajo de ambos connotados personajes de partidos de izquierda (aunque sólo sea de nombre), no han dado tregua en sus descalificaciones.
Walton tenía la idea de colocar a Ricardo Mejía Berdeja en la candidatura de la coalición ‘Por México al Frente’, pero Evodio y Beatriz Mojica se atravesaron para imponer a Joaquín Badillo, un empresario de la seguridad privada rentada. El pleito aún no tiene conclusión… está en un impasse.
Son los pleitos de una ¿clase? política rencorosa, vengativa, con esa verticalidad en sus formas de gobernar que rayan en absurdos berrinches, actitudes infantiles de personalidades con alto ego que jamás extenderán su mano para zanjar rivalidades que son vendettas personales.
Es la historia de Acapulco, en tiempos del miedo.
…Y SIN MEDIAS TINTAS.