Alejandro Mendoza Pastrana
 
Dice un adagio popular: cada quien habla como le va en la feria. Y esto definitivamente encierra una gran verdad. La gente se expresa favorablemente cuando se recibe un beneficio, prebenda o pago por cierta actividad o apoyo hacia alguien o algo.
En la actividad del ser humano lo ideal sería que en una relación cada una de las partes obtuviera una productividad o beneficio, eso fortalecería los lazos y valores intangibles como la confianza.
Sin embargo, en la actualidad prevalece el pensamiento de ganar, ganar, a costa de lo que sea y a través de las prácticas nefastas que se puedan utilizar. Y eso ha minado y hasta destruido amistades, proyectos y planes.
En tal sentido cada quien habla de acuerdo cómo ha enfrentado la experiencia de determinada situación. Cada quien habla de acuerdo a la manera a cómo le fue y hay quienes al no ser considerar cubiertas sus expectativas comienzan a hablar negativamente contra la persona, el grupo, la organización o contra todo el mundo.
El mal sabor de boca por la mala experiencia provoca en muchas personas que, dominadas por la insatisfacción, la frustración, el enojo o el odio, inicien una guerra sin cuartel con el propósito de descreditar o desprestigiar a quien desde su punto de vista no le cumplió.
La decepción por el incumplimiento del deseo esperado puede ser provocada por malas personas, malos grupos, malos productos, malas empresas, malas organizaciones, malas negociaciones, malas decisiones.
Obviamente existe el otro extremo en donde las personas hablan excelentemente bien de su situación actual y no trae problemas con nadie porque todos le han cumplido. Y no cuenta con ninguna experiencia negativa de nada.
Pero hay quienes hablan mal de los demás y de todo mundo porque su naturaleza es así. Hay quienes son confidentes y amigos de personas que continuamente hablan de la vida de los demás, como si algún poder divino les hubiera otorgado esa autoridad.
Y es que no lo hacen de una forma que se podría considerar “casual”, sino que para ellos la hipocresía es un recurso habitual en la comunicación, que les sirve de manera indirecta para reforzar sus valores buscando la complicidad del otro en aquello que critican.
Sea cual sea el contexto, lo cierto es que resulta agotador escuchar a una persona todo el tiempo expresarse negativamente de todo. El vivir en una especie de pozo lleno de comportamientos y dichos negativos, termina contaminando todo lo demás y a los demás.
Por eso en la actualidad hay climas muy tensos en la familia, en el trabajo, en los amigos y en muchas relaciones humanas en diferentes áreas de la sociedad. En definitiva, las palabras y las actitudes plagadas por tales motivaciones y acciones, desgastan hasta la mente de las personas alrededor.
Es ahí en donde surgen dos escenarios: alejarnos o intentar ayudar a esas personas. Y es que, como ilustra el célebre adagio popular del comienzo, no hay un indicio más acertado de pobreza emocional y vital que el hecho de que una persona dedique su tiempo y esfuerzo a criticar a los demás, resultado de cómo le ha ido en la feria.
Lo más lamentable sería no poder hacer nada para ayudar a las personas en tales condiciones, en virtud de que también se forma parte del problema. Qué triste sería ¿No?
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz

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